11.9 C
Zacatecas
viernes, 29 marzo, 2024
spot_img

El régimen electoral, una bomba de tiempo

Más Leídas

- Publicidad -

Por: La Jornada Zacatecas •

En la elección presidencial del año 2000, Vicente Fox se convirtió en el protagonista de la primera alternancia en ese cargo, por la vía electoral. Muchas personas creyeron que la transición democrática de México había concluido y que ya vivíamos en la normalidad democrática. Sin embargo, en 2006 México vivió una crisis política provocada, principalmente, por Vicente Fox. El primero de diciembre de aquel año Felipe Calderón tuvo que colarse por la puerta de atrás, entre gritos y jaloneos para rendir protesta en la tribuna del Congreso de la Unión y cumplir así el protocolo constitucional. No obstante la gravedad de la crisis, la élite del poder decidió no enfrentar los problemas de fondo y condujo a la clase política a dos reformas electorales cuyos resultados han dejado a todos insatisfechos: Según Latino barómetro, la satisfacción de la sociedad con la democracia ha disminuido, pasando de 41 por ciento en 2006 a 19 por ciento en 2015.

- Publicidad -

En la última década se realizaron dos reformas electorales para mejorar la democracia electoral y abaratar su costo, pero los resultados son otros. No ha mejorado la calidad del debate público. No disminuyó el costo de la democracia y se ha incrementado el financiamiento ilegal de las campañas. Los gobernantes utilizan impunemente los recursos de que disponen para apoyar a los candidatos de su partido, pero ni la Fepade ni los tribunales electorales actúan para revertir la impunidad en esta materia, vicio que provoca las mayores movilizaciones postelectorales. Pronto las veremos en el Estado de México y Coahuila.

Se ha invertido más en financiamiento estatal de partidos, salas especializadas del Tribunal Electoral, más burocracia para llevar a cabo las nuevas atribuciones del INE, pero la confianza en las autoridades electorales se ha minado. Pero la razón más importante de que la democracia no haya dado buenos frutos es la falta de Estado de Derecho: la llamada transición mexicana privilegió el pluralismo sin construir un piso de legalidad que lo transformara virtuosamente en gobiernos incluyentes, pero también responsables, supervisados y honestos. Se avanzó en pluralismo, alternancias y estridencia retórica, pero se retrocedió en integridad, eficacia gubernamental y calidad de los cuadros dirigentes, sobre todo en el ámbito local. Tenemos una democracia clientelista, no una democracia liberal.

En estas condiciones, y habiéndose agotado el tiempo para una nueva reforma electoral, lo único realmente posible es un gran acuerdo nacional para que la próxima elección presidencial se lleve a cabo con una aplicación impecable e imparcial de la ley —a pesar de sus deficiencias— garantizando la equidad en la competencia, así como el debate democrático y respetuoso entre los candidatos. Sin ello, una buena perspectiva —la enorme competencia electoral que habrá en 2018— puede convertirse en una pesadilla política.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -