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miércoles, 24 abril, 2024
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Por la mañana

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Por: ALBERTO HUERTA* •

La Gualdra 294 / Río de palabras

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Pasa Ligera

la maldita primavera

pasa ligera

me maldice sólo a mí…

Canción popular

 

Para Mariana Doehner

Para Lilia

 

 

Hoy me desperté por la mañana con dolor de cabeza. Los párpados me pesaban como plomos. El cuello. En el pecho sentía una punzada que me tenía clavado a la cama. Tenía el estómago anudado. Las piernas eran dos postes de concreto. Y los dedos de los pies, de ambos, los sentía gordos e hinchados como si fueran salchichas de hot dogs. Ambos brazos dos ramas secas. Resumiendo: estaba jodido. Eso sucedió esta mañana al despertar. Antes de que cantaran los gallos, de que las campanas de la iglesia llamaran a misa. Antes de que empezara su recorrido el camión del gas y el repartidor de los garrafones del agua purificada. Y el camión de la basura. Todo esto sucedió en la mañana, ya bien entrada la primavera. Entre sofocos y calorones. Con cambio de horario. Ya bien pasados los carnavales. Y la Semana Mayor ya sin el fervor solemne religioso de las procesiones y atestado de turistas gritones, metiches y estrafalarios. Sí, ahí estaba, sin poder mover ni siquiera la lengua, sin decir ni mu. En la pieza reinaba un silencio tan espeso que podía muy bien escuchar cómo crujían muros, paredes y techo. En ayunas, sin alcanzar a beber una taza de café soluble y un triste huevo pasado por agua con un pedazo de bolillo. Dentro de mi cabeza algo rebotaba como pelota de ping pong. Mi vida entera pasó como una película muda, rapidísima y aburrida. Abrí los ojos y traté de ver algo más que el techo con sus telarañas e imperfecciones. Dios… ¿Y si fuera una broma de Dios? La saliva dentro mi boca estaba viscosa y con sabor a cobre… ¿A cobre? ¿A qué sabe el cobre? Una mujer llora casi en silencio, pero con lagrimones abundantes. No la veo pero la escucho. Está en algún lugar de la pieza… Puedo oírla. Quiero decirle que no llore, pero de mi boca no sale ningún sonido. Estoy mudo. No puedo preguntarle por qué llora de esa manera. Entonces cantaron los gallos. En la boca tenía el sabor a té de limón. Abrí los ojos y me los froté con los dedos. Ahí estaba el desorden de mi pieza. Frente a mí: la ventana con su cortina de tul blanca, con sus cadenas de flores. Afuera brilla el sol. Sol de primavera, cálido, amable… Me incorporo de la cama. Me siento en el borde y me despojo del pijama. Me calzo las pantuflas. Y me dirijo al baño con paso resuelto agarrando al vuelo la toalla. Me espera la ducha y el jabón de canela. Es viernes. Viernes de abril.

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