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sábado, 20 abril, 2024
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La poesía como insecto o ¿qué cosas son los poemas de José Agustín Solórzano? [Primera parte]

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Por: GERARDO FARÍAS •

La Gualdra 294 / Notas al margen

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Intro

Un poeta. Vaya usted a saber qué cosa es un poeta.

La verdad es que nosotros llamamos a las cosas con muchas palabras y de muchas maneras, y nunca atinamos a nombrarlas como se debe. Siempre hay algo que se nos escapa, algo que no queda claro.

El poeta, empecemos por ahí, lo sabe muy bien: él sabe que no se puede: él está consciente de no saber cómo decir las cosas.

¿Cómo decir algo, cualquier cosa, de la forma más precisa? No lo sabe y es de ahí nace su curiosidad. Un poeta es alguien que es nuevo al lenguaje. No es cierto que un poeta conozca el lenguaje a la perfección. Lo que sucede es que el poeta se enfrenta al lenguaje como un arqueólogo o un antropólogo que está descubriendo algo donde los demás veían cosas comunes.

Donde la mayoría de la gente ve una piedra, el arqueólogo ve un hueso, una nueva especie, un pedazo de historia. Pero, dejemos esto en claro, nunca sabe qué cosa es exactamente, al menos no a primera vista. Habrá de pasar su escobetilla sobre el polvo y limpiar la pieza, excavar, extraer; sacarla, pesarla y medirla.

Así, el poeta se enfrenta a las palabras: como cosas nuevas y desconocidas. Las des-cubre. Y luego, nos muestra su hallazgo.

 

1

Conocí a Agustín en una zona arqueológica donde abundan los poetas: en un bar. Estoy seguro de haberlo visto antes, pero para mí esa ocasión fue cuando lo dejé de ver como un borracho más y, por un breve momento, no sé si le vi el aura o fue un olor medio fétido… Vaya usted a saber cómo huele un poeta… pero por un breve instante algo me dijo que estaba tomándome una cerveza con un hombre de esa calaña. Después de los tres segundos de revelación, lo volví a ver como lo que es: un hombre chistoso, enojón y que le gusta tomar.

Qué clase de arqueólogo es Agustín, me pregunto. Después de haber leído sus cinco libros, creo que he llegado a una pequeña conclusión: me disculpo. Él es un entomólogo.

La palabra insecto viene de la palabra latina que significa “incisión”. Esto por la forma en que parecen estar divididos los insectos: en varias partes. Muchos insectos tienen exoesqueletos, es decir, están invertidos, los huesos los tienen de fuera. Los poemas de Agustín muestran cosas de él, del ser humano, de cualquiera de nosotros, que nos emocionan y molestan.

Todos —siendo honestos— nacemos poetas y científicos, todo nos causa curiosidad: las cosas y las palabras. Agarramos el reloj de papá y lo rompemos para ver qué tiene adentro, ¿de dónde viene ese tic-tac?; agarramos el lenguaje y hacemos malabares, ¿qué cosa es el amor y cuánto pesan sus letras?

Agustín escribe para las cosas nimias y la gente nimia, por eso me gusta su poesía. Después de que nos muestra un bicho raro, nos lo permite ver e incluso tocar, no se detiene en los tecnicismos ni en las etimologías (así como yo). A veces, los bichos son interesantes y magnéticos, en otras, son espeluznantes o viscosos. A ratos, sus poemas-insecto nos hacen cosquillas, nos dan ternura pero seguimos arrugando la nariz.

 

2

En su primer libro, Versos, moscas y poetas, Agustín nos deja muy claro cómo es su poesía. Se le nota a leguas que es su primer libro. El libro tiene prólogo y epílogo. Sólo los escritores muy conscientes o muy temerosos o los falsos modestos prologan o epilogan sus propios libros. Ahí está Borges, ¿no? (Y siendo honesto, yo mismo he cometido el mismo feliz atrevimiento).

Su prólogo tiene tres poemas: “Acto preparatorio”, “Advertencia” y “Advertencia II”. ¿Por qué hace esto? Quiere preparar al lector. El lector que tiene este poeta en la mente es un lector ñoño y desenfadado, un lector que le gusta leer hasta las notas al pie, pero que reniega de ellas. Porque sí, hay notas al pie en este poemario.

Me sorprende que sea un estudiante de letras no titulado. Bien que le gusta lo académico, pero le gusta lo lúdico de la academia. Esa palabra le revolotea en la cara como una mosca, de vez en cuando, y lo molesta. Se la espanta con burlas o versos agresivos o, como en su último libro, con un verso de Shakira. Tengo entendido que esos poemas, los del último libro, los escribió por el mismo tiempo que el de Versos, moscas y poetas, pero fue hasta hace poco que encontraron lugar en una editorial.

Leer su último libro es como leer el primero; eso está bien, así es en la literatura, porque es falso eso de que la escritura de uno evolucione. Los mejores insectos no han cambiado su morfología en siglos, qué vamos a andar nosotros transformando unos cuantos balbuceos finitos.

Así como las hormigas nos remiten a un ejército pero sin las matanzas masivas. O así como la mosca nos recuerda a las palabras aburridas y molestas. O así como las cucarachas nos recuerdan nuestros mayores temores (más si vuelan). Así se aparecen los poemas de José Agustín en nuestro rostro y se quedan revoloteando en la mente un buen rato.

En “Adán y Edén”, la primera parte de Versos, moscas y poetas, encontramos una voz lírica (Adán) que se encuentra sólo en su “paraíso” y no le queda otra que pensar en la soledad, en la tristeza, en la muerte, en el silencio….todo esto mientras se rasca las pelotas. La ironía le hace cosquillas a la melancolía. Como lo hace cualquier otro hombre o mujer cuando están solos y se ponen a pensar. Casi todos sus poemas parten de ahí: de una voz solitaria que se rasca las ideas y luego se las saca de la nariz, las hace bolita y las avienta en la página.

El soliloquio reaparecerá en su Monomanía del autómata. Un hombre solo que se mira hacia ADENTRO y hacia AFUERA. Es un poema de largo aliento, así se les dice a los poemas que tienen muchísimas páginas. El aliento de ese poema es entrecortado, la verdad, como que a ratos no puede respirar bien, a ratos bosteza, tose, escupe, tararea o murmura.

Sin embargo, hay tres voces claras: es un diálogo extraño entre tres entes. El yo lírico que puede ser o no el poeta, un tú lírico que es una tal B, que puede ser o no Berenice, su pareja, y un ente abstracto que es la libertad.

 

[Continuará]

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