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jueves, 28 marzo, 2024
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Respuesta de Peña al asesinato de periodistas, un mero paliativo

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

Perspectiva Crítica

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Los recientes asesinatos de Javier Valdez y de Jonathan Rodríguez Córdova, periodistas de Ríodoce y El costeño de Autlán, respectivamente, reavivaron la inconformidad del gremio periodístico mexicano que durante los últimos años ha venido tomando forma por la extensa ola de homicidios en contra de trabajadores de los medios de información.

Estos hechos, en especial el asesinato de Valdez, han generado diversas manifestaciones de periodistas en varios puntos del país, y un llamado por parte de Enrique Peña Nieto para analizar la situación en conjunto con gobernadores de múltiples entidades, bajo la idea de proponer alternativas y soluciones.

Pese a los golpes de pecho que el Gobierno Federal ha concedido darse ante esta problemática, su propuesta se reduce a mejorar la coordinación de las fiscalías, y a robustecer un programa de protección creado por cada entidad del país a favor de los periodistas, el cual sería homólogo al federal. Esto, sumado al resto de su discurso, resulta redundante con sus promesas previas de subsanar la situación de inseguridad para los informadores al mejorar el andamiaje institucional destinado a la prevención y defensa del derecho a ejercer el periodismo en México.

La respuesta del Ejecutivo es insuficiente, resulta una afrenta para el gremio informativo que está urgido de contar con garantías para ejercer su profesión, y debe entenderse como un paliativo exprés para limpiar la imagen presidencial.

El asesinato de un periodista de la talla de Javier Valdez es en primera instancia una nueva pérdida humana en el marco de la hiperviolencia que padece México, pero en el fondo representa mucho más, y es al dimensionar esa faceta que el discurso de Peña Nieto se comprende como un mero paliativo.

Javier Valdez, al igual que periodistas como Miroslava Breach o Regina Martínez (ambas asesinadas por su labor profesional), han asumido un rol muy particular en el marco de la descomposición social por la que atraviesa México, la cual tiene sus efectos más notorios en la degradación de las condiciones de vida y la hiperviolencia guiada por el narcotráfico, pero a la vez mantiene como elementos potenciadores la corruptibilidad e ineficiencia institucional; el amplio nexo político con el narco, y la indiferencia gubernamental ante el asesinato de más de 27 mil personas en lo que llevamos de “Guerra contra el narco”.

En ese ámbito, los periodistas referidos han tenido que asumir la riesgosa tarea de develar dicha problemática, sólo que lo han hecho desde la indefensión al no verse respaldados por las autoridades oficiales, o incluso por ser agredidos por ésta en complicidad con los grupos delictivos.

Lo que México pierde con el asesinato de uno de estos profesionales es un aporte informativo de nivel considerable, pues la mayoría contaba con sólida formación académica y empírica, además de que realizó periodismo de investigación que contribuye decisivamente a comprender problemáticas sociales y a formar criterio en los lectores. De igual manera, su trabajo ha alimentado significativamente las labores de investigación que se llevan a cabo en la academia, ello al brindar datos desde líneas editoriales sólidas y veraces.

Resulta bastante claro el mensaje de que los grupos criminales (amparados por la impunidad o en complicidad con los gobiernos) irán sobre quienes publiquen algo que atente contra sus intereses, y en el mediano y largo plazo esto generará un impacto de gran calado en los ámbitos informativo, laboral y académico. Con respecto de lo primero, el miedo avivará la censura, lo que es un atentado contra la libertad de expresión y el derecho de la gente a conocer la verdad. A las ya de por sí inestables condiciones de trabajo se sumará ahora el estrés de perder la vida o la de familiares, y finalmente todo ello terminará por resentirse en la formación de los jóvenes que tienen voluntad de dedicarse a la labor informativa y de investigación.

Dicho de otro modo, los periodistas han asumido parte del rol que el gobierno debería tener ante la realidad de hiperviolencia e inestabilidad social que padecemos, y los grupos criminales (tanto de traje como los dedicados al tráfico de droga) han comprendido que es prioritario exterminarlos en función de salvaguardar sus intereses. Lo cierto es que con ello, la sociedad pierde gradualmente uno de los pocos bastiones que le quedan para comprender y enfrentar tan difícil situación. n

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