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viernes, 29 marzo, 2024
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Por: ROLANDO ALVARADO • ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ •

Es obvio que si la Rectoría y el Spauaz son dirigidos por el mismo grupo político los agremiados al sindicato quedarán en la indefensión. Esta simple verdad no hace eco en los votantes del Dr. Pedro Martínez Arteaga porque en ellos pesa más la creencia en que, obedeciendo a los que les susurran por quién votar, podrán estar a salvo de las rescisiones injustificadas. La coerción en los ambientes universitarios es ya tan natural que pasa desapercibida. Aquellos que se dan cuenta de esta situación, y que participan en la vida política del Spauaz, asumen que basta decirle a los sindicalizados de su condición para que, en un esfuerzo de racionalidad, todos ellos se decidan a votar por los candidatos “no oficiales”. Olvidando que en ese entusiasmo por la razón no se está considerando el temor que empaña la vida universitaria y que afecta la manera de razonar sobre la propia situación de cada sindicalizado. El razonamiento bajo la férula del temor parece reducirse a acatar las órdenes, seguir mandatos arbitrarios, aceptar los abusos por parte del patrón y mantener un bajo perfil para congratularse. Esta conducta parece la razonable, y mientras se mantenga como la atmósfera vital de la UAZ cualquier llamado al “voto útil” es inútil. La analogía con el llamado que se hizo a votar por Fox para sacar al PRI de Los Pinos cojea por todos lados debido a que el ambiente nacional del año 2000 no es de ninguna manera similar al que impera hoy en la Universidad. En la Universidad se viven denuncias de corrupción de funcionarios pero nadie hace nada, y no hay una efervescencia, un clamor por la democratización debido al hartazgo producido por una dirigencia inepta. La hipótesis que podemos manejar es que una vez que la Rectoría, en connivencia con la dirigencia que espera colocar en el comité ejecutivo del Spauaz, haya precarizado el trabajo de los docentes universitarios al límite, y la cantidad de precarizados sea amplia, podría haber un ambiente en el que un movimiento sindical independiente podría hacer algo, empezando a hacerlo incluso desde antes de que haya elecciones para comité ejecutivo, es decir, que surja un movimiento de defensa de los agremiados al margen de las dirigencias sindicales cómplices y corruptas, que defienda a los sindicalizados en el terreno y no desde la comodidad del puesto directivo. Las condiciones extremas de precarización a las que nos referimos consisten en contrataciones por honorarios, que se pagan en una sola emisión y que no implican seguridad social. De esa manera la Rectoría puede negociar con la SEP aduciendo que ya redujo su planta laboral, porque el número de afiliados universitarios al ISSSTE disminuyó, manteniendo una amplia masa precarizada y embrutecida, que sin posibilidades de exigir derechos queda como reserva de votantes cautivos. En esas condiciones un movimiento de defensa, autoorganizado desde de las bases, podría tener cabida realizando trabajo para impedir despidos injustificados, ausencia de pagos, movimientos arbitrarios de personal y reparto avieso de la carga de trabajo, entre otras cosas. El punto aquí es que para que surja ese movimiento se necesita fibra moral y valentía, quizá más de terquedad y menos de relaciones con los políticos y dirigentes. En suma: menos cálculo de intereses personales y más de desesperación y sentido instintivo de la solidaridad y la justicia. Que algo así ocurra en las condiciones de la presente contienda por la dirigencia del Spauaz es improbable, sobre todo teniendo en cuenta que quienes pretendieron lograr una amplia alianza ganadora concluyeron en la dispersión, lo que redujo al mínimo sus probabilidades de ganarle al candidato oficial, Dr. Pedro Martínez Arteaga. Ante ello, y tomando en cuenta que la declarada racionalidad de los “opositores” era la de aliarse para lograr un bien mayor, ¿Qué impidió esa alianza? La imposibilidad de ponerse de acuerdo en un procedimiento de selección, lo que delata que de fondo no existía la “generosidad” que todos declararon tener para declinar. Había, en todos los que intentaron esa alianza, el sórdido deseo de imperar sobre los otros, sea porque sentían ser los más numerosos, los más inteligentes o los más insidiosos, pero nunca estuvo entre los planes de ninguno sumarse a alguien más. Y si ello fue así en aquellos momentos lo es ahora y lo será el día de las elecciones: no habrá declinaciones. Los que llaman a la alianza de pronto descubrieron que no tienen los votos para ganar, y otros quieren descubrirlo el día de las votaciones. Todos concuerdan en que el Dr. Pedro Martínez Arteaga realizó actos contrarios al sindicato y a la universidad al “sustituir sus prestaciones”, pero casi ninguno quiere hacer algo al respecto. Y es su responsabilidad hacerlo, porque es infinitamente más riesgoso dejarlo ganar, no siendo elegible para el cargo, que detener las elecciones para descubrir que sí lo es. En el primer caso se manda a la indefensión a cientos de universitarios, en el segundo no pasa nada. Se retrasan las elecciones apenas unos días. Pero ya hemos visto que pensar en los destinos de los agremiados no entra en la mentalidad de algunos candidatos. ■

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