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martes, 23 abril, 2024
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De noche voy

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Por: Humberto Mayorga •

No me acostumbro todavía a la ausencia de su perfume. Nos conocimos en el puente que marca la frontera entre la intención de lo perdurable y el deseo de una ocasión. Estaba en la única banca del prado que se ubica frente al Pacífico. Las tardes son frías en ese sitio. Suelo caminar con frecuencia con la idea de tomar el aire fresco y juguetear con mi perro. Es normal que las mascotas ganen la atención de la gente olvidándose del dueño. Camilo es mi perro, siempre le agradeceré el día en que se acercó a olfatear la fragancia del libro que ella traía entre sus manos: me hizo sentir.

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Ante la intempestiva llegada ofrecí una disculpa. No tardamos mucho en entablar una conversación con las manos, luego las palabras. Me dijo que no era de la ciudad, estaría por un tiempo en lo que organizaba su estadía como estudiante. Estuvimos por largo rato como si cada objeto a nuestro alrededor fuera cómplice para continuar la espera de algo más. Le propuse un segundo encuentro: conocernos mejor sería el motivo.

Los aspersores se apagaron. Los locales de la avenida principal cerraron sus cortinas. Mientras me contaba acerca de sus ocupaciones diarias, aparecían las luces que rodearon el puente. Ya era rutina en mi caso cada movimiento en ese rumbo. Pude percibir los ruidos. No dudé. Pensé que si no era el momento se esfumaría la oportunidad para seguir frecuentándonos. Acordamos los tiempos. Me despedí con un leve beso cerca de su oído. Fue entonces cuando descubrí ese olor a vida, esperanza de los desahuciados. Entendí el origen del mundo y la emoción de los momentos.

Todavía espero en este lugar, palpo una taza de cristal, la rodeo con mis manos. Imagino en mis ojos su mirada, las luces de la ciudad: rompeolas que detienen los golpes a parejas fortuitas mientras bailan escondidos entre la arena. Desembolso el último cigarrillo de la cajetilla y solicito la cuenta. El café sigue frío, más amargo que de costumbre. Sostengo bajo el brazo un libro imprescindible para la ocasión, abro una página, toco las frases, huelo. Me inquieto y derramo la bebida. Me voy. Mi perro y un bastón siguen siendo fieles a mis torpes movimientos mientras tropiezo con los demás. Siempre de noche.

 

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