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viernes, 29 marzo, 2024
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Goitia, el irrefrenable

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

■ La Columna Juvenil del Centenario

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Quién como Goitia, nadie como Goitia, siempre él en el firmamento más preclaro de la aventura, la odisea por su sentido profundo, su talento natural zacatecano.

Si deseoso de permanecer en los duros inviernos de la Italia y sus monjes franciscanos que lo acogieron con una bondad nunca antes vista, salvándolo de sus afecciones pulmonares debido a los ayunos prolongados y su afán de pintar, Francisco Goitia resume entonces toda una vida en unas pinceladas capaces de denunciar la belleza y el tormento de toda una época memorable.

Su gran calidad técnica, su dominio del óleo, el fresco, experto  en el temple, excelente en la acuarela, dibujante preciso con el carboncillo, restaurador inmejorable de esculturas, el artista deja de percibir apoyos desde ese México que en 1910 revuela todas las conciencias y las clases sociales metidas en la turbulencia de una revolución tan necesaria como injusta.

¿Qué hace de Goitia ser ese artista tan sensible que decide dejar todo por acudir desde el viejo mundo y regresar a su terruño zacatecano a dejar constancia de la suerte de tanto desarrapado?

¿Qué le incitó a renunciar a la delincuencia de las élites asesinas, al hampa de la politiquería barata y mejor asirse como artista creador y retratar a los indígenas, a los indios tristes, a los niños semi desnudos y harapientos, a los colgados en los bosques zacatecanos?

En el sendero de la crítica, este artista campesino le dio y le sigue dando fama y noticia al terruño inolvidable de sus entrañas: la Zacatecas rebelde y sus largos periodos de meditación, creación y denuncia y antes que todo y que nada, la belleza sin par de sus trazos y propuestas.

Irrefrenable, lúdico, amistoso, popular, ese es nuestro Goitia para siempre.

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