La Gualdra 287 / Cine
Swiss Army Man no es una película para todos. Sus realizadores dejan eso muy
en claro en los primeros minutos de la cinta. Reflejo de esto también, las primeras
opiniones que la cinta generó en el Festival de Sundance del año pasado, donde
muchas personas la alabaron por su originalidad y su ingenioso guión, y tantas
otras abandonaron la sala a media película, incapaces de poder terminarla.
Hank (Paul Dano) se encuentra varado en una isla, sin modo de escapar y
jugueteando con la idea del suicido como única salida de dicho lugar. Cuando
finalmente decide hacerlo y momentos antes de llevar el acto a cabo, es testigo de
cómo la marea arrastra a la orilla de la playa un cadáver flatulento a quien
finalmente decide usar como jet sky, impulsado por sus flatulencias, para poder
salir de ahí.
Esta premisa tal vez muy descabellada (algunos pueden considerarla hasta
desagradable) ocurre apenas en los primeros minutos de la cinta y no se detiene
ahí. Hank descubre que el cadáver no se encuentra completamente inerte, pues
habla, tiene un nombre y muchas preguntas que hacerle.
Manny (Daniel Radcliffe) como se autonombra el cadáver, no recuerda
quién es ni de dónde viene, sólo sabe que tiene un interés innato por lo que lo
rodea, por las cosas que siente en su cuerpo (que van desde sudoración en la
frente hasta erecciones involuntarias) y de las cuales busca una explicación
tomando como referencia las experiencias pasadas de Hank, como un niño de 5
años haciéndole preguntas a su padre.
Es a través del viaje de estos personajes en su intento por volver a la
civilización, que los directores hacen un análisis de la sociedad actual, de las
reglas de etiqueta en relación con nuestras necesidades básicas y biológicas
como seres humanos, y otras tantas que han sido impuestas a través de las
modas, el paso de los años y la tecnología.
Ambos personajes hablan desde la masturbación y la funcionalidad de los
cementerios hasta del uso de celulares y plataformas digitales tales como Netflix,
por mencionar algunas. Estos diálogos por demás divertidos vienen recargados
con infinidad de pastiches como referencias al cine moderno y a la cultura pop.
La película se desarrolla en espacios abiertos y naturales, a través de
árboles en el bosque, caminos y zanjas, y que gracias al enérgico score que fue
compuesto para la cinta, ésta se encuentra llena de secuencias cargadas de
matices oníricos, luciendo visualmente como si cada toma fuera extraída
directamente de nuestros sueños más descabellados.
Si de algo se pueden jactar los realizadores Dan Kwan y Daniel Scheinert
es que su ópera prima Swiss Army Man (que en nuestro país fue distribuida el año
pasado con pocas copias como Un cadáver para sobrevivir) rompe de infinidad de
maneras con muchas de las convenciones que se pudieron encontrar en cualquier
argumento que fue producido en Hollywood el año pasado.
Son muchas las lecturas que se le pueden dar a la película, desde si es
escatológica hasta creativa o conmovedora. Lo que es un hecho es que todos los
involucrados en ella entienden el poder del cine para sorprendernos y
maravillarnos como un reflejo sincero de todo lo que nos rodea, siempre y cuando
estemos dispuestos a nutrir y mejorar esa capacidad de asombro, la misma de la
que goza el cadáver que protagoniza esta historia.
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