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jueves, 18 abril, 2024
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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

El universitario de a pie, el asalariado universitario, tiene un horizonte de acuerdo a sus dimensiones y posibilidades, que consiste en obtener seguridad en su empleo antes que en transformar las relaciones sociales, en ascender en las jerarquías salariales antes que en redimir a los pobres de las colonias marginales de Zacatecas, en asistir regularmente a clases antes que en lanzarse de diputado. En suma: el horizonte de los universitarios en lo individual es aquel que les abre una carrera académica impartiendo clases o haciendo investigación. Persiguen un ideal de vida ordenado y regular, en el que estén garantizados un ingreso constante, y de ser posible creciente, atención médica, períodos regulares de descanso, el reconocimiento de sus pares, los instrumentos necesarios para llevar a buen término su labor cotidiana, así como la seguridad, a nivel personal y casi metafísico, que su vida no se está desperdiciando. Esa es la textura de la vida cotidiana personal de cada universitario, en la que las grandes transformaciones sociales, los ritmos geológicos, o los ciclos de las estrellas, están ausentes del cuadro. Hay una buena razón por la que esos fenómenos que acontecen en otras escalas de tiempo no aparecen en el horizonte de los universitarios, o de las personas en general: la brevedad de la vida. Las grandes turbulencias de la vida se remiten a los despidos, las huelgas, los paros, los crímenes, los divorcios, los funerales. Y todas estas turbulencias están mediadas por una institución social, que debido a sus dimensiones se ubica en otra escala de tiempo, por lo que son otras sus posibilidades de acción. Los universitarios individuales, para poder llevar a cabo sus intereses personales, deben entrar en relación con personas que se desenvuelven en el ámbito de la conducción de las instituciones. En ese ámbito es claro que lo que parecen posturas personales son, en los hechos, posicionamientos comunes a grupos de personas, que son administrados desde las instituciones. Esos intereses comunes son, sin embargo, antagónicos de otros intereses, en particular, de aquellos intereses de los conductores de instituciones que se derivan de los ciclos económicos. Ante las crisis, es necesario reducir el gasto, lo que implica reducir derechos y coartar horizontes personales de expectativas. Es en este punto donde podemos ver que el ideal de una vida ordenada a nivel personal es antagónico de la impredecible marcha del sistema económico, que resulta ser prácticamente caótico, i.e., no planificable. Los conductores de las instituciones están ante un problema que no pueden resolver, porque la aleatoriedad del sistema económico les impide definir con certeza cualquier horizonte, así que los despidos, la ausencia de pagos, la reducción de salarios, la cancelación de prestaciones, son algo que cruzará insistentemente por la mente de estos dirigentes debido a que no tienen nada más que hacer ante las crisis económicas. Y cuando estos problemas aparecen junto al problema político, para los dirigentes, de conservar indefinidamente la conducción institucional mediante elecciones periódicas, las cosas se complican más porque los recortes de personal y la reducción de derechos no conquistan votos. Tal es el escenario presente para la rectoría de la UAZ: no tiene fondos para mantener a sus votos cautivos, pero no puede darse el lujo de que el Spauaz caiga en las manos de los opositores porque eso sería el acabose: huelgas, paros, marchas, obstrucción de las redes clientelares, pérdida del control de algunos canales de la corrupción. En resumen: el debilitamiento del proyecto de enriquecerse a costa de los fondos públicos, con la UAZ de fachada, por parte del Grupo Universidad.  Y debido a que la figura del rector quedó debilitada durante el proceso de huelga pasado, reducido a “jefe de los esquiroles”, tampoco se pueden permitir un escenario de elecciones con dos planillas, porque eso equivaldría a un plebiscito de la presente administración. Así que parece claro que en la campaña por el Spauaz la Rectoría integrará una planilla de consenso entre sus aliados de Derecho, Preparatoria, Contaduría, DAF, a la que apoyará ampliamente (¿con fondos de Edmundo Guerrero?), aparte de la coerción que ejercerá el rector sobre los directores para que le organicen encuentros al candidato oficial con amplios grupos de universitarios. Pero no será todo: para evitar un escenario de dos planillas dividirán a la oposición y tratarán de crear planillas “independientes” de todos para que resten votos a los opositores. Un escenario con muchas planillas es el más favorable a la Rectoría, porque los votos del candidato oficial, aunque decrecientes, están definidos, mientras que los votos de una oposición dividida nunca podrán ser suficientes para ganar. Si tal es el escenario los opositores vindicaremos nuestra vocación por la derrota y el gusto por el testimonio, así como la pasión por la irrelevancia. La victoria de la Rectoría será inevitable. E inevitable será también el posterior escenario. Si el gobierno federal no dota de recursos a la presente administración entonces los recortes a los derechos contractuales serán más drásticos, y sin con eso no basta, se cancelarán unidades académicas, lo que naturalmente conducirá a despidos. O las cosas podrían ser de otra manera, de una imprevisible, cifrada en el ciclo de vida de las estrellas. ■

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