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jueves, 28 marzo, 2024
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El eclipse de la narcopolítica: apagar la luz

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

A Miroslava

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El poder se pone agresivo al ser vigilado. La luz le hace daño: lo limita. El poder quiere siempre más, y aquello que lo confine a acuerdos legales lo hace estallar. Los casos de corrupción, de impunidad y agresión a periodistas tiene la misma raíz: un poder sin controles. En todos lados se comporta de forma similar. El ataque a las pesquisas de las actividades de narcotraficantes en Chihuahua, la represión presidencial por la exhibición de las casas de Peña Nieto, o el retiro de apoyo a la prensa zacatecana, tiene el mismo móvil: apagar la luz. El ejercicio de la prensa libre que investiga es visto como una amenaza para aquellos que deben actuar en la oscuridad y el silencio dada la naturaleza de sus actividades. ¿A qué tipo de periodistas han atacado? ¿Qué hacían y quiénes eran los 748 periodistas que fueron agredidos y los 47 asesinados que van desde el 2010? El común denominador de los más agredidos es de investigadores y que actúan con valor al publicar sus resultados. Investigación que se publica. Los medios que se limitan a difundir boletines oficiales y vender publicidad no tienen ningún problema. La prensa chatarra puede estar tranquila.

Podemos afirmar con seguridad que el nivel de riesgo de periodistas es proporcional al nivel de decadencia institucional que existe. Para que ocurra la embestida contra informadores, se requiere que los poderes económicos, políticos y fácticos actúen sin controles. Están sueltos. Y no hay contenciones institucionales y lo único que queda es la acción de exhibirlos, hacerlos públicos. Reaccionan violentamente y asesinan, reprimen, inhiben, sobornan, eliminan presupuestos; es decir, silencian. Desde las escuelas, la universidad, los parlamentos, los gobiernos en sus tres niveles, y hasta en las iglesias. Todo el país está en la misma situación, por eso hablamos de ‘decadencia’. En la UAZ la corrupción fue exhibida por la prensa y sus autores y protectores siguen como si nada pasara, los medios del estado quedaron limitados en sus capacidades porque los recursos para realizar su actividad fue retirada en un alto porcentaje mientras la ley de medios sigue en el limbo. Esto es, los casos de asesinato ponen de manifiesto toda una situación de agresión generalizada al periodismo libre y de investigación. En Zacatecas se ha exhibido a las mineras, los excesos de los gobiernos y la corrupción en diversas instituciones locales, ¿debemos esperar una reacción violenta de los poderosos por ello? El miedo construye autocensura.

Y los poderes negros se combinan, los políticos con los narcos, gobiernos con mineras o corruptos de universidades con funcionarios federales. Y crean redes que los hace especialmente peligrosos porque aumenta su capacidad de impunidad. Y con esto último, no hay dique a su acción. Esos poderes al construir redes se protegen mutuamente: los narcos de Chihuahua tenían la cooperación de presidentes municipales y funcionarios estatales, podían operar sin barreras. ¿Es posible la democracia en esta circunstancia? Evidentemente no. No hay democracia en México. Porque ello implica el ejercicio de máxima publicidad, la libertad de prensa y, lo más esencial: poderes limitados y Estado de Derecho. En México no hay de esto. Vivimos en la selva oscura de poderes fácticamente existentes. Incluso con autoridades institucionales que son, realmente, poderes fácticos. Llegaron a sus puestos por medios ilegítimos: compraron elecciones o escalaron gracias a los conflictos de interés. En la selva oscura no hay ciudadanos, hay sobrevivientes. Y el comportamiento de un sobreviviente no se rige por los principios de la democracia: no ejercen la crítica pública que implica riesgos, sino priorizan la protección del silencio y la seguridad que da el sometimiento a los poderes de que hablamos. Es decir, la selva no forma ciudadanía. Lo cual hace aún más vulnerable la actividad de los comunicadores. Y de los poderes fácticos, el más peligroso y disolvente es la narcopolítica, es la bestia que asesinó a Miroslava, la bestia que eclipsa más la democracia y la justicia. Es tal el eclipse del Estado de derecho que el 99.7 % de las agresiones a los periodistas no tiene sentencia alguna, y de los 47 asesinados sólo hay tres sentencias. De ese tamaño es su poder de inhibir la justicia. El panorama es desolador, porque además, los resultados de las investigaciones de los periodistas que, en muchos de sus casos, deben ser motivo de seguimiento de oficio por parte de la autoridad, quedan sólo como testimonios de la violencia o la corrupción y nunca son integrados en averiguaciones y mucho menos convertidas en consignaciones. Es decir, es un sacrificio que tiene el riesgo de ser judicialmente estéril, aun cuando socialmente no lo sea. Un ánimo desanimado nos anima a escribir estas palabras agobiadas por el vértigo y la náusea. ■

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