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jueves, 18 abril, 2024
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Rosario Ibarra, la mujer (4ª y última parte)

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

Además de todo lo ya expuesto, quisiera comentar para finalizar esta serie, lo que la lucha y trayectoria de Rosario han significado para la causa y reivindicación de los derechos de las mujeres.

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Durante la segunda campaña por la Presidencia de la República, Rosario solía comentar que había iniciado su vida siendo la hija del Ingeniero Ibarra; que tiempo después se convirtió en la esposa del Doctor Piedra y que, luego de años de lucha, en la madre de Jesús Piedra -un desaparecido político-. Finalmente, durante los mítines del 88 donde se presentaba, decía ser ella misma: Rosario Ibarra.

En lo que parece breve, un extraordinario recorrido marcó profundamente la vida de Rosario. Su lucha a contracorriente del Estado mexicano tuvo que confrontar a la par y no pocas veces, la visión patriarcal de los hombres al mando de las instituciones y la de muchos otros fuera de ellas. Por eso cuando en 1982 fue postulada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) como candidata a la Presidencia de la República, su propuesta tuvo un enorme impacto en la sociedad mexicana pues se trataba de la primera mujer en México en aspirar a dicho cargo. Este acontecimiento sentó un precedente en la historia mexicana y abrió la puerta –que era ya empujada por el movimiento feminista– que tan solo treinta años atrás había conquistado el derecho de las mujeres a votar.

Como se sabe, muchas mujeres hoy en día son propuestas para ocupar altas responsabilidades políticas y/o ejecutivas y, aún en los partidos más conservadores, ha recaído en ellos la obligación de postularlas e incluirlas en sus listas utilizando con frecuencia la llamada “acción afirmativa”, herramienta para dirimir controversias políticas de género al interior de las organizaciones.

Pero esto que hoy suele apreciarse con mayor “naturalidad”, durante los años 1981-82 en que se propuso a Rosario como candidata presidencial, escandalizó no solo a los adversarios, sino también a los “competidores” colocados supuestamente en la misma orientación política que la del PRT: ¡Cómo! “¿Una mujer, una ama de casa para la Presidencia de la República!?”… “¡Rosario Ibarra es mujer y además no tiene títulos para aspirar a ese cargo…!!”…  se comentaba entonces entre no pocos sectores y militantes de “la izquierda”.

Con una clara concepción política –propia de la izquierda revolucionaria que Rosario Ibarra encabezó– se planteó entonces como perspectiva (aún se mantiene esa orientación) un poder popular, es decir, la construcción de un poder que no estuviera acotado por los políticos profesionales sino que más bien hablara en nombre del poder de “los de abajo”, donde la mujer, así fuera una “ama de casa”, pudiera influir y tomar decisiones sobre el futuro del país.

Con todo y que en aquel periodo a la izquierda revolucionaria se le tuvo que reconocer legalmente su derecho a participar en elecciones, este hecho nunca significó para Rosario –ni para el PRT– un indicador de la existencia de la democracia en México pues, se tenía muy claro, que mientras existieran presos y desaparecidos políticos y mientras se mantuvieran activas la represión y la “guerra sucia”, la democracia, presuntuosamente divulgada por el Estado mexicano, resultaba falsa, inexistente, simulada.

Nadie puede dudar de la autoridad moral ni de la importancia histórica que ha tenido el Comité Eureka en la lucha por los derechos humanos. Integrado básicamente por madres de desaparecidos políticos que, como ya se mencionó, no se resignaron a morder su dolor o a esperar la respuesta oficial sobre los crímenes de lesa humanidad, este organismo fue el instrumento a través del cual las madres mexicanas organizaron la lucha para rescatar a sus hijos de las cárceles clandestinas. Su ejemplo, muy similar al de Las Madres de La Plaza de Mayo en Argentina, pudo romper los moldes tradicionales de la mujer y el silencio en el que quisieron postrarlas. Su voz llega hasta nuestros días y es retomada por diferentes organismos de derechos humanos y movimientos sociales importantes como el de Ayotzinapa…

Sirva pues esta breve semblanza, para hacer público nuestro más sincero reconocimiento a la enorme contribución de Rosario a la lucha de las mujeres y demás sectores oprimidos de México; a su solidaridad con “los de abajo” y al ejemplo que representa para todos nosotros su integridad incorruptible, fuente permanente de inspiración para no torcer los caminos de la lucha por la liberación de todos. Particularmente, por lo que ha representado para nuestro PRT que, en diversos momentos llenos de orgullo, fuera conocido como “el Partido de Rosario”.

Larga vida, querida compañera.

 

¡Vivos los llevaron, vivos los queremos! ■

 

Fuente: Edgard Sánchez / Partido Revolucionario

de las y los Trabajadores (PRT)

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