Sin duda el programa de Prevención de la violencia y la delincuencia en Zacatecas presenta una serie de avances respecto a los planteamientos anteriores. Para empezar, es plausible que se reconozca la gravedad del asunto. Estuvimos luchando contra la infértil práctica del sexenio anterior de negar el problema, y pretender crear una percepción menor de la inseguridad a partir de anuncios y campañas (incluyendo los informes de gobierno) donde se afirmaba insistentemente que todo estaba bien y ya habíamos dado el gran salto. Mentiras. La percepción no se modificó con meras campañas publicitarias y la realidad cayó como loza sobre la visión de los zacatecanos. En el programa de Prevención, se reconocen las cifras del Inegi: las tasas de prevalencia e incidencia del delito son altísimas y alarmantes. No se diga la cifra negra y la impunidad de los mismos. El avance consiste en que el gobierno reconoce la realidad y la gravedad de la situación. Es increíble que esto constituya un avance pero así es, porque ese sólo reconocimiento pone al gobierno ante la necesidad de emprender nuevas rutas.
Sin embargo, debemos decir que la estrategia se observa limitada. Tal vez se deba a que su diagnóstico sigue siendo muy cuantitativo, el cual sirve para medir la frecuencia del problema, pero no sirve como base para diseñar una solución. Informa para monitorear el estado de la cuestión de la inseguridad, pero no sirve para crear pistas de las acciones que deben emprenderse. Para hacer esto último, se necesita un diagnóstico cualitativo: estudios de casos a profundidad para ver los factores que en todo detalle generan el problema. Y el secreto está en el “en todo detalle”, porque el conocimiento grueso de los factores ya lo sabemos, pero el detalle permite crear algo que constituye la perla de una política de prevención: el modelo específico de intervención. Pues bien, la estrategia tiene la virtud de elegir una lógica territorial y el planteamiento de proyectos piloto; proyectos que fueron elaborados a partir de incidir en los factores gruesos de los que hablamos arriba. Sin embargo, las pruebas pueden servir para hacer los estudios cualitativos detallados a los que nos referimos, para modificar el propio modelo de intervención. Es decir, no está mal la ruta, siempre y cuando se prevea la estrategia de convertir las pruebas piloto en periodos de estudio cualitativo para mejorar el modelo. Pero en los documentos no mencionan si harán el monitoreo, la sistematización de la experiencia y la reconstrucción del modelo de intervención a partir de esto. Esperemos que no lo hayan puesto, pero lo tengan contemplado. Pero recodemos que la sistematización de la experiencia requiere de fineza metódica y debe cuidarse rigurosamente. Por lo mismo, debe estar previamente protocolizada. Empezarán con la colonia Lázaro Cárdenas (lo cual no está mal), pero en el resto de los polígonos propuestos no se ve una justificación en la elección y el escalamiento territorial más que la frecuencia de delito en los mismos. En suma, falta rigor metodológico, pero se ve que han tomado ruta, por lo tanto hay motivo para tener esperanza en este esfuerzo. Hacemos votos para que el entusiasmo que se deja ver en este programa de prevención tenga éxito: Zacatecas lo necesita con urgencia.
