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jueves, 18 abril, 2024
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Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil Navojoa 2017

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Mantengo firme mi postura en contra de las ferias del libro donde la gente suda, apesta, se amontona, hace filas y filas, revisa, con cara de idiotas, las portadas de los libros como si fuesen cuadros en exposición, pregunta mil veces el precio de mil libros distintos y termina por comprar nada, bañado en sudor y forrado de cientos de separadores u hojas donde se nos dice que “hay que leer porque es sano”, igual que cuando comes verduras y vegetales.

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Sin embargo, esta feria fue diferente. Es más, los que hayan estado presentes no me dejarán mentir si digo que lo que menos había era libros, más allá de los que los autores llevaban cargando en mochilas y que en varias ocasiones en lugar de vender terminaron por regalarlos, como le ocurrió al poeta estadounidense Garrett Smith, quien luego de ver la cara que pusieron dos muchachas que se le acercaron para preguntar el precio de su libro, dijo, “pero ustedes son mis amigas, tomen, se los regaló”, y se encogía de hombros. Y la pequeña pero buenísima plaqueta costaba cincuenta pesos.

Lo mejor fue la convivencia con niños y con jóvenes entusiastas de escuchar aventuras. Había un punto de reunión que era el hotel donde nos hospedábamos y de ahí un camión de pasajeros nos llevaba a donde serían las presentaciones, las lecturas en voz alta, los talleres, los diplomados, etc.

Y el primer día estábamos frente a un auditorio abarrotado de estudiantes de bachillerato en Huatabampo que no sólo pusieron atención a la larga lectura en voz alta, éramos más de tres, sino que participaron, rieron, se la pasaron bien, y todo gracias a la lectura. He de confesar que yo llevaba una ponencia, dirigida a los padres de familia, que hablaba sobre el hermoso fenómeno de la lectura cuando uno apenas comienza a adentrarse en todos los mundos maravillosos que nos ofrecen los libros. Y de última hora tuve que improvisar y leí dos cuentos malísimos que, con toda razón, pasaron desapercibidos. Pero a los demás escritores les fue muy bien, tan es así que varios de ellos se tomaron su fotografía con Garrett, a quien a partir de ahí no dejé de bullear diciéndole que ya era un escritor famoso.

Segundo día. Mientras los demás iban a presentar sus libros, a mí me tocó cubrir un diplomado de novela corta que duraba, nada más y nada menos, que cuatro horas, junto con Rogelio Flores, quien haría lo mismo pero en el género de cuento. Cuando me dirigía al lugar, una aula de una secundaria de Navojoa, ya me veía poniéndolos a hacer ejercicios físicos con tal de cansarlos, dando recesos de cuarenta minutos, haciendo larguísimas lecturas de capítulos de novelas cortas. De entrada sólo participaron tres señoras, pero vaya que estaban a la altura: dos de ellas no sólo ya tenían la estructura narrativa de la novela corta que querían escribir, sino que además llevaban capítulos con la intención de tallerearlos. La tercera tenía una vaga idea de lo que quería escribir, sin embargo, sus intenciones eran aleccionadoras y demasiado moralinas, por lo que con ella procuré trabajar la parte de las temáticas narrativas en algunas novelas cortas que puse como ejemplo. Y miren que nos dimos una divertida en aquella pequeña aula. Tan es así que cuando al fin les propuse que hiciéramos un receso de media hora porque me quería fumar un cigarro, dijeron algo que me traje conmigo para el altarcito de los recuerdos: “¡no, maestro, esto se da nada más una vez al año y queremos aprovecharlo todo!”, total que el receso fue únicamente de veinte minutos, tiempo que ellas emplearon para ir a comprar aguas frescas a una Michoacana. Al finalizar les dejé ejemplos de novelas cortas que tenían que leer. José Revueltas. Juan Vicente Melo. Algún cuento de José de la Colina (esto fue para que aprendiesen a manejar el entrecruzamiento de voces narrativas). Daniel Espartaco. Y el mismo Rogelio Flores.

Tercer y último día. Fue uno de los más hermosos de la feria porque me tocó asistir a la platica que daría Roberto Bardini en el auditorio al aire libre ubicado en el centro de Navojoa. Vaya con Roberto. Comenzó a hablar de lo que era la literatura, de sus componentes, del milagroso acto de la lectura, de sus inicios como lector, citó algunos ejemplos de obras, platicó con los niños, en realidad muy pocos, pero a mí me llamó mucho la atención una niña que estaba sentada a mi lado y que no perdía detalle de las palabras de Bardini. Esta es otra de las cosas que me llevo al altarcito de los recuerdos, porque a mí también me gusta trabajar con niños, porque cuando lo haces les aprendes tantas cosas, porque no hay lectores más honestos, ellos sí te dicen si les gusta o no lo que les estás contando, es más, si no les gusta ni siquiera se esperan a que termines, se van a jugar, a disfrutar de la emoción que significa la niñez. Tuve oportunidad de felicitar a Bardini cuando al finalizar nos acompañó al último evento donde yo presentaba Motivos para odiar a la literatura mexicana del siglo XXI. Ahí el público fue distinto, un espacio más reducido, también presentó su novela Amorcito Corazón Carlos René Padilla, de quien me hice amigo cuando al finalizar nos fuimos, junto con Bardini, a beber unas cervezas en una cervecería de lo más extraña, vacía, con dos televisiones donde proyectaban una película de acción, en una, y en la otra una película pornográfica, “son dos tipos de acciones diferentes”, nos recalcó Bardini.

Claro que la memoria me falla en estos momentos y omito nombres. Por ejemplo Marco Tulio Aguilera, quien aparte de gorrearme los cigarros en las cenas, no dejaba de fanfarronear sus logros y sus ventas de libros. Por ejemplo, el compa Rogelio Flores, con quien hablamos largo y tendido del futuro de la literatura mexicana mientras poníamos videos en mi computadora, a un lado de la piscina. Por ejemplo mi compañero de cuarto, Miguel Ángel Chávez De León, de quien aprendí un chingo de cosas. Por ejemplo nuestros compañeros de cuarto, que a decir de Chávez De León le habían confesado que eran narcos. Por ejemplo el poeta estadounidense Garrett Smith, con quien compartí carne asada y caguamas bien frías en una cantina donde todos nos miraban raro.

Lo mejor fue la participación tan entusiasta que hubo en todas las actividades. A diferencia de algunos, yo no me quejo de la organización porque sé que armar un evento así no ha de ser para nada sencillo. Gracias a la calidez de la gente de Navojoa, amables a más no poder. A la poetisa Sandra Mireya Valenzuela. A Miriam Porras, quien se le veía corriendo de un lado a otro tratando de poner las cosas en orden. A los que durante los tres días que duró la feria nos atascaron de carne preparada en deliciosos manjares. Y gracias, sobre todo, a la gente que asistió a los eventos, a los que se entusiasman aún con la lectura. A los niños y niñas, muchas gracias, gracias. Ya nos veremos las caras el año que viene. ■

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