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miércoles, 24 abril, 2024
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Jordi Soler. Por partida (novelística) doble

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 284 / Libros

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En El cuerpo eléctrico, una de las dos novelas que Jordi Soler (Veracruz, 1973) puso recientemente en librerías, leemos frases como las siguientes:

“…México terminará siendo parte de Estados Unidos”.

“…Sólo los idiotas pueden creer en las promesas de un político”.

Y hasta: “cada minuto nace un idiota”.

Ubicada en los últimos años del diecinueve, la novela cuenta la historia de un original empresario mexicano, el veracruzano Cristino Lobatón, que utiliza a un puñado de malformados seres para exhibirlos en el territorio norteamericano.

Un verdadero circo humano, tan llamativo en ese tiempo, y otros, que también aprovecha para emprender distinto bisnes, el del opio. “Las milagrosas perlas oscuras, una suerte de canicas pequeñas de color marrón oscuro”.

p.pinchesjipisEn la otra novela, ¡Pinches jipis!, Soler muestra a otro puñado de personajes, también negociantes de algo turbio, nada más que ahora en una Ciudad de México contemporánea.

Novela (ciudad) donde habrá un muerto. Como antes hubo los Manuel Buendía, Polo Uscanga, Paco Stanley, Digna Ochoa…

Sumadas a la novelística del autor, Bocafloja, Los rojos de ultramar, Ese príncipe que fui, et.al., estas dos novedades confirman su destreza para la creación de grandes personajes e historias. Dicho así por Soler: “si escribiera a partir de un guión, mis novelas serían un poco opacas, seguirían unos lineamientos, a lo mejor es una cosa más freudiana y lo que pasa es que no me gusta seguir los lineamientos, otros hacen guiones, pero yo no”.

Pero volvamos a ¡Pinches jipis!, que como se advierte en sus páginas tiene su desarrollo en esta vasta planicie en la que nos tocó vivir: “un territorio acosado por toda clase de fuerzas oscuras”. Desde el porfiriato y hasta nuestros días, incluso antes, en el recuerdo las grandes novelas de Vicente Riva Palacio.

Aquí, “urbe tan monstruosa”, Soler asienta al comandante Emiliano Conejero, policía cincuentón —en apariencia un personaje neoyorquino de los años cuarenta— a quien se le asigna la tarea de atrapar a un asesino, prontamente serial, ya conocido como el psicópata de la media azul.

A ¡Pinches jipis! habrá que incluirla desde ya en el canon de la novela policiaca mexicana, otrora desconsiderado y en permanente desarrollo.

“Cabrón a la medida de la ciudad más caótica del mundo”, el personaje reproduce de manera exacta —con frescura, buena prosa y algo de hilaridad— el perfil del investigador mexicano contemporáneo. Entidad que se niega a desaparecer de nuestras tristes realidades, y recogida desde novelas como El complot mongol, de Rafael Bernal, hace más de cuatro décadas.

No son en consecuencia gratuitos los guiños de Soler justo a esa novela, en la que Filiberto García recorre esta misma ciudad pincheando a todos y a todo a diestra y siniestra en la caza de otro asesino.

“¡Pinche velorio! ¡Pinche soledad!”, cierra El complot… “¡Pinches jipis. Todo el día en el peace and love mientras yo estoy aquí esperando el siguiente cadáver”, comienza la nueva novela de Soler.

También como Filiberto —alcoholizándose a lingotazos de güisqui Cutty Sark— Conejero recorrerá su ciudad, en un “vetusto Galaxy”, sacando de la guantera un puñado de esos artefactos en desuso llamados casetes, es decir, Jethro Tull, Ten Years After, Santana, Wings, Metallica e Iggy Pop. Hasta que el adolescente Macabeo, hijo del comandante, se incorpora a las pesquisa y caza del estrangulador y le propone escuchar a Bruno Mars.

(“—Hueles a tabaco y a whisky”, le dice su novia Julia Gis al Conejero. “—Huelo a comandante de la policía”, le responde no sin algo de culpa y remordimiento en su gesto, dos cosas que si alguno de sus subalternos hubiera logrado percibir, seguro “le habría perdido inmediatamente el respeto”).

Con la Vacota, el Tapir, el Tucumano, el Espectro y el dilema de su relación sentimental y paternal irresueltas, Conejero emprende una investigación poco científica —Condesa, Plaza Coyoacán, Sanbors— en busca de una escena para satisfacer los deseos de noticias de “una ciudad entera”. Alentados desde la influencia que cualquier empresario con pocos escrúpulos (Tito Brito) puede tener con un micrófono en la mano y una frecuencia radiofónica en su poder.

 

 

“Negocios desaforados

En aquella época en Estados Unidos, escribe el poeta Walt Whitman en uno de sus artículos de periódico, reinaba el “espíritu de destruir-y-volver a construirlo todo. Aquel espíritu generaba el ambiente propicio para inventar negocios desaforados, negocios que en otros tiempos nadie se hubiera atrevido a proyectar, negocios estrafalarios, excéntricos, fuera de toda norma, negocios audaces e intrépidos, justamente como el que estaba echando a andar Cristino Lobatón a bordo de su tren”.

Jordi Soler, El cuerpo eléctrico, fragmento.

Jordi Soler, ¡Pinches jipis!, Malpaso, Barcelona, 2017, 160 pp.

Jordi Soler, El cuerpo eléctrico, Alfaguara, México, 2017, 280 pp.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_284

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