La Gualdra 283 / Río de palabras
La costumbre terminó por matar todo deseo a tu lado. Me dice mientras ordeno la habitación después de otra noche de insomnio: es un fastidio llevar contigo una vida ordinaria, repleta de lugares obvios y una monogamia en este caprichoso compromiso. Ya no quiero eso, es tan tedioso el respiro así. No lo soporto, de veras te lo digo. En serio, lo lamento pero ya no quiero engañarme.
Al principio todo fue hermoso, distinto. No lo niego, la pasé bien. Todo matrimonio tiene casi siempre buenos inicios: los besos incendiarios, la mano sudada y el proyecto de vida en común. El mismo rostro termina por cansar. Vivo el eterno cautiverio de un animal polígamo. No te gustaría sentirlo, sé que me entenderás.
Te lo digo de una vez: ya no te quiero. El sexo se ha vuelto obligación, una rutina de ejercicios sosos. Por las mañanas me incomoda ese aliento que antes era afrodisiaco. Tengo que buscar placeres en mínimo detalles para evitar enfermarme a tu lado. Deja de perturbarme con chantajes, ya no te creo.
En serio, lo intenté todo por los hijos. Porque ellos sufren nuestros gritos, que porque la presencia de las dos figuras es fundamental, en fin… porque lo quieren a uno mucho. Para todo tienes argumento cuando el tema llega a la mesa. Servir la mesa por cierto, es algo que siempre hiciste muy bien, extrañaré tan bonito detalle. De eso no hay quejas.
Sostener tu mano por la calle cuando más libre me quería era ya un martirio. Que te quede claro otra vez: ya no te amo, no te deseo. ¡Santo Dios! Sostener la mirada a un solo punto me mató. Sí, es una adiós. Cuida bien de los niños.
Eso decía la carta cuando la ingrata se largó.
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