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viernes, 19 abril, 2024
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Parpadeo

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Por: ALBERTO HUERTA* •

La Gualdra 283 / Río de palabras

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Para los compañeros Salvador Castañeda,

 Emiliano Pérez Cruz, Agustín Ramos

 y Arturo Trejo Villafuerte

 

 

Miro entrecerrando los párpados. Parpadeo, y por la rendija que se forma entre los dos párpados, entro de lleno en la magia, de golpe y porrazo, en sueños extraños, pero atrayentes. Lleno de fascinación me quedo de pie, en una esquina del cuarto, de aquella habitación sin amueblar, rogando a Dios que termine con su trabajo, por demás ingrato, y me alejo de los recuerdos, ya estoy en blanco, como una tela sin pintar, una hoja de papel que no ha perdido su blancura, y digo, yo no quería salir de ahí, de aquella casa, con su jardín hermoso, siempre florido y verde. Nunca había tenido nada igual. Y aquella calma, la sensación de plenitud, y miré al cielo, a la inmensidad oscura, donde ya no había estrellas, ni cometas, sólo oscuridad, y de vez en cuando, relámpagos, y aquellos truenos, y la habitación se fue volviendo habitable. Primero, las paredes se fueron llenando de fotografías enmarcadas, luego de cuadros: paisajes, bodegones, naturalezas muertas, retratos. Luego apareció la cama, de madera oscura y cubrecama azul marino, la alfombra color vino, sillas de madera, sillones, un sofá, dos burós, lámparas: de piso, de mesa, colgando del techo… un arcón de madera, cortinas, ventanas, cuarto de baño con regadera y tina. Y un aparato de radio. Un estéreo. El televisor. Y yo seguía en la esquina, sentado en el suelo, recargado en las paredes, mirándolo todo, sin atinar qué hacer, un cenicero de piso, un espejo grande, un librero, libros, una botella de ron… Así, inexplicablemente aparecieron, así nada más. Y pude ver a través de los cristales de las ventanas los relámpagos, luego la oscuridad. Y los árboles, y el césped, la hierba, las flores, una fuente, y una banca de madera… Y luego la lluvia… y más relámpagos y me pareció que la vida se iba a acabar. Se tenía que acabar. Yo no reconocía a ninguno de los que aparecían en las fotografías, ni en los retratos, y los paisajes me resultaban desconocidos, al igual que aquella habitación, no era la mía, aquélla no era mi casa… ¿Dónde estoy? ¿Dónde? Y la música que proviene de la radio, del estéreo, del televisor… Luego vinieron las voces… los murmullos… los susurros… las risas… el llanto… Parpadeo…

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_galdra-283

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