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miércoles, 24 abril, 2024
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Tortas Japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

El medio día del 26 de marzo de 2006, a Jacinta Francisco Marcial, un ama de casa y vendedora de helados de Santiago Mextitlán, un pequeño poblado queretano, un airado vocerío le indicó al salir de misa que ocurría un altercado.

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Sorteando la multitud alrededor se aproximó cuanto pudo, y fue así como supo que aduciendo se trataba de mercancía “pirata”, intentaban algunos policías despojar de sus efectos a unos comerciantes, a lo cual oponían éstos resistencia; y regresó a despachar aguas frescas y paletas al expendio de su propiedad.

No advirtió Jacinta la presencia de reporteros en el curso de aquellos acontecimientos, ni la publicación, unos días después, en las páginas de un periódico de circulación regional, de una gráfica en la que ella misma aparecía.

Habrían quedado, tales acontecimientos, en los confines de su memoria, de no ser porque varios meses después, el 3 de agosto de ese mismo año, fue obligada por unos individuos a trasladarse a la capital del estado, donde sin enterarse bien a bien de qué ocurría fue declarada formalmente presa por el secuestro de seis efectivos de la Agencia Federal de Investigaciones, así como la posesión de sustancias prohibidas, en la modalidad de cocaína, y otros delitos, de los considerados graves.

Sorprendería, a quienes califican a la justicia mexicana de extremadamente lenta, enterarse de la celeridad con qué Jacinta, junto con Alberta Alcántara y Teresa Marcial, reas de exactamente los mismos delitos, cometidos simultáneamente, fueron encontradas culpables y condenadas a 21 años de cárcel, y el pago de 91 mil pesos, por el juez federal Rodolfo Pedraza Longi.

Lo demás, como reza un lugar común de crónica de espectáculos, es historia: el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro tomó el caso, y lo llevó a instancias internacionales; luego de purgar algunos años, las detenidas fueron excarceladas; y, por último, a diez años de los hechos la suprema corte condenó a la PGR (que reivindicó hasta el final su verdad histórica) a excusarse públicamente ante Jacinta, Alberta y Teresa.

Salvo  las arriba nombradas, ninguno de quienes participaron en este episodio, de la guerra contra las drogas, ha sido castigado.■

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