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jueves, 28 marzo, 2024
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¿Y los dreamers mexicanos?

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

Vivimos tiempos convulsionados. Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de norteamérica no ha habido día sin noticias negativas sobre migración, relaciones diplomáticas, fluctuación del dólar, etc. El tema migratorio ocupa los reflectores, ahora sí se está abordando de manera amplia el drama que viven nuestros connacionales que emigran a los Estados Unidos.

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El tema migratorio es desde hace tiempo tarea pendiente del gobierno y sociedad mexicana. Somos un país binacional y sin embargo por muchos años se dio por sentado el hecho y nos contentamos con disfrutar de los beneficios económicos. Pensemos en lo que significa para la economía mexicana la cantidad de dinero que vía remesas entra año con año a nuestro país, pensemos en los innumerables beneficios que los distintos clubes de mexicanos en Estados Unidos han hecho en muchas de nuestras ciudades y pueblos: escuelas, plazas, iglesias, etc.

Las deportaciones están a la orden del día, el caso de los primeros dreamers (Jóvenes llegados en su infancia a Estados Unidos y protegidos por el programa DACA) en riesgo de deportación ha ocupado las primeras planas informativas. Si esta situación sigue como hasta ahora o empeora, que sería lo peor, pero también lo más probable, asistiremos a una verdadera crisis humanitaria en medio de la violación de los derechos humanos fundamentales de los mexicanos y centroamericanos que viven en el país vecino del norte.

Pero, a raíz de todo esto me vienen a la mente muchas preguntas: ¿Por qué sólo Estados Unidos puede ser el país de las oportunidades? ¿Por qué sólo allá los jóvenes pueden soñar, pueden ser dreamers? ¿Qué le falta a nuestro país para desarrollar, encausar y sostener talentos en el campo de la ciencia, la tecnología, el arte o la literatura? ¿Qué estamos haciendo con nuestros dreamers mexicanos?

Resulta doloroso y vergonzoso que en nuestro país sean los jóvenes quienes conforman las filas del crimen organizado, la mayoría de los sicarios, halcones y demás jerarquías existentes en los cárteles de la droga son jóvenes; la inmensa mayoría de los que mueren acribillados son jóvenes. Ellos no debieran estar ahí, sino en la universidad, aprendiendo, soñando, innovando, creando, luchando por su país.

Además de esto es también indignante el número creciente de ninis, jóvenes que simplemente van por la vida sin ningún tipo de ilusión, sin anhelos y esperanzas, resignados a vivir en la mediocridad y el abandono; sobreviviendo, víctimas de un sistema que no tiene espacio para ellos, resultado de políticas sociales proteccionistas y clientelares. Jóvenes a quienes les han sido robados sus sueños.

Es cierto que tenemos una deuda pendiente con nuestros migrantes, es cierto que es el momento en que debemos unirnos para echarles la mano. Es grande la tarea del gobierno mexicano para acompañar el duro proceso de quienes ven derrumbados sus sueños con la deportación, para asesorar a los cientos y cientos que están dispuestos a luchar y permanecer en el que es ya su segundo hogar, para crear condiciones sociales y económicas que permita a los deportados integrarse de la mejor manera a la vida social y económica del país. Todo esto es cierto.

Pero los retos y desafíos aquí y ahora no deben ser postergados, lo que está pasando en Estados Unidos no debiera servir para distraer de los graves problemas que vivimos ni tampoco debiera ser usado por políticos sin escrúpulos para limpiar su imagen y acrecentar su popularidad, como lamentablemente hemos visto que pasa cuando a los presidentes del PRI, PAN y Morena, les surgió repentinamente el interés por los migrantes y se pasearon por distintos estados de la unión americana. Tampoco debiera servir para que las grandes televisoras hagan de estas historias auténticas telenovelas con el fin de aumentar su rating. Resulta realmente insultante que cada quien busque capitalizar el dolor y la angustia de nuestros paisanos para sus perversos fines.

La riqueza de nuestro país está en su gente, especialmente en sus niños y jóvenes. Sobre ellos recae el peso del presente y del futuro, ellos serán nuestros próximos líderes, nuestros políticos, economistas, empresarios, aquellos que seguirán  construyendo el país que queremos ¿Cómo los estamos formando? ■

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