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jueves, 28 marzo, 2024
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El espacio público como motor de la inclusión social

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Por: Patricia B. Cárdenas Delgado •

El esparcimiento es una actividad esencial para el desarrollo del ser humano. Disfrutar de la calle, de los parques y del transporte público ayuda al fortalecimiento de la vida comunitaria, sobre todo en los casos de las personas en situación de vulnerabilidad, como las mujeres, los niños, las personas con capacidades diferentes y las personas de la tercera edad. Sin embargo, en muchas ocasiones y en muy diversas comunidades, los espacios públicos no satisfacen las condiciones de higiene, seguridad e infraestructura necesarias para su goce y disfrute.

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La cohesión y la inclusión social empoderan a las personas, en particular a quienes se encuentran en situaciones de riesgo, para que todos puedan ejercer su derecho a la participación social y aprovechar las muchas oportunidades que la vida en comunidad ofrece. El espacio público tiene la capacidad de funcionar como un motor para la cohesión y la inclusión social. Esto explica el que su uso y disfrute sea una parte fundamental de nuestro derecho a la ciudad, el cual podemos entender como “un derecho colectivo de los habitantes de las ciudades, en especial de los grupos vulnerables y desfavorecidos, que les confiere legitimidad de acción y de organización, basado en sus usos y costumbres, con el objetivo de alcanzar el pleno ejercicio del derecho a la libre autodeterminación y un nivel de vida adecuado”, de acuerdo con el Artículo I de la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad elaborada por la Coalición Internacional Hábitat en 2005.

Las actividades recreativas, deportivas, culturales y artísticas no sólo motivan el desarrollo físico y psicológico de las personas, también alientan su desarrollo emocional y social. Este desarrollo está condicionado por el entorno en el que las personas realizan sus actividades. Sólo a través de la cohesión y la inclusión social podemos garantizar un entorno adecuado en el que todos, sin excepción, se sientan libres de participar en la toma decisiones para su comunidad y de divertirse con las actividades que sean de su elección y agrado. Si utilizar el espacio público es un detonante de la inclusión y la cohesión sociales, podemos comprender por qué es un derecho al que todos debemos acceder plenamente.

Los habitantes de una comunidad deben formar parte de los procesos de planeación y desarrollo de políticas públicas que los beneficien directamente, a través de la consulta directa con sus miembros. La implementación pública de un diseño participativo, que fomente la apropiación de los espacios públicos desde su misma concepción y que por esto tome en cuenta la percepción, las necesidades y exigencias reales de la comunidad, puede convertirse en una de las formas más efectivas y gratificantes de fomentar la inclusión y la cohesión social. ■

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