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jueves, 18 abril, 2024
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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

En las presentaciones anteriores se vertieron opiniones que tenían que ver con formas alternas de solución a los problemas que se prevén en fechas próximas debido al arribo al poder del país del norte una forma de gobierno encabezada por alguien que poco o nada tiene que ver con las figuras políticas que hoy día rigen al mundo. Bueno, diría doña Cristina Pacheco que esto es lo que nos tocó vivir, pero las circunstancias nos obligan a decidir ahora si nos corresponde ser testigos de lo que pueda ocurrir o ser protagonistas del futuro que pueda predecirse  preventivamente y hacer que ocurran las cosas y los hechos que mejor convengan a nuestra sociedad. La tendencia economicista llamada quién sabe por qué razón neoliberal, ha demostrado poca pertinencia (para no mencionar algunas palabrotas) y sus resultados han sido lamentables: el empobrecimiento de más de dos terceras partes de la población, donde antes  había una clase media pujante y trabajadora; el desmantelamiento de los logros sociales de un movimiento armado muy costoso -y algunas secuelas de empoderamiento por la antigua aristocracia, la iglesia y la clase política emergente, caracterizada por el caudillismo-, como el Plan Nacional de Educación, los servicios sociales de salud y vivienda, Teléfonos de México y ahora PEMEX y CFE. Por otro lado, se ha observado un incremento imposible de creer en los esquemas de corrupción, el enriquecimiento ilegal de algunas de las estrellas de la alfombra roja de Forbes; y tantas otras calamidades que van desde la aparición del chupacabras, los eternos ridículos de los ratones verdes hasta las reformas estructurales. En resumen, puede decirse que el anterior fue un siglo obscuro que prometía ser el de las luces. Pero, hubo un grupo de listos que inclinaron la balanza muy a su favor y la población luce desolada y el Milagro Mexicano pasó a ser un episodio de pesadilla por parte de los economicistas que dieron al traste con todos los sueños sociales hasta transformarlos en auténticas pesadillas. Es pues, tiempo de explorar nuevos senderos con otro tipo de guías: los profetas del mundo de los ricos resultaron ser un verdadero fiasco para los pobladores de este país, que vieron desmoronarse sus economías urbana y rural y voltearon sus velas hacia el sueño americano, otro fiasco en evolución a costillas de la biodiversidad y del desarrollo sostenible.

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Se dijo anteriormente que si se deseaba cambiar la propuesta debiera ser planteada por los que saben sobre esto; anteponer la protección ambiental y el desarrollo social al nefasto plan de desarrollo económico a lo bestia como lo conocemos hoy día, que impone el capitalismo sobre lo social y lo psicológico. Es tiempo de dejar el desarrollo del país, y del mundo,  en manos de los científicos, gestores culturales, planificadores educativos, analistas de sistemas sobre el comportamiento humano, pedagogos, trabajadores sociales, psicólogos, sociólogos, nutriólogos, luchadores sociales, etc., dando el protagonismo a una sociedad informada y organizada que facilite el alcance de los objetivos a mediano y largo plazo.

El siguiente paso sería fortalecer los valores familiares como principio armónico de supervivencia, valores que tengan que ver con el respeto a todos los seres vivos y el planeta que nos alberga; rescatar la cortesía, el aprendizaje continuo, la responsabilidad compartida, el cuidado colectivo, la lealtad, la honestidad, y ese término tan trillado que se ha asociado a la cursilería y a la lágrima fácil: el amor. Es tiempo de recuperar el amor a nuestro prójimo, cuando esto se haga efectivo, podrá decirse que se estará honrando al Gran Espíritu del Universo, o Dios, si usted así lo prefiere. Todo indica que los sentimientos afectivos de todo tipo se han ido diluyendo por falta de práctica, más que nada. Es tiempo de reaprenderlos junto a otros muchos más, ¿cómo?, a través de `procesos de aprendizaje que nos guíen hacia formas de vida familiar armónicas y funcionales. Esos términos, cuando estaban vigentes, regían los destinos de los núcleos familiares. Habrá que reaprender todo este proceso.

Por prudencia, debe de reorientarse el consumo, en el que los gastos a desarrollar sean contemplados en forma grupal y colectivamente y los esfuerzos personales contemplados desde esquemas sociales compartidos. De esta forma, se estarían combatiendo de raíz, dos flagelos que azotan a la humanidad: el individualismo egoísta y el consumo (y desperdicio) irracional. Cuando se deje de deteriorar el ambiente y arrojar sobre él toda clase de porquería, podrá decirse que se están recuperando los pasos perdidos cuando se empezó a apostar por la revolución industrial. Es hora de volver a las viejas prácticas amorosas hacia la Madre Tierra.

Ahora bien, no debieran desecharse nuevas visiones sobre el futuro de la humanidad, en detrimento del gran capital manejado por un puñado de ricachones buenos para nada. Se habla de una visión de futuro sin que nadie tenga claro lo que esto significa. Y la pregunta orientadora es bien fácil: ¿Qué clase de futuro nos conviene? ¿Cómo vemos a la humanidad por decir algo en ciento cincuenta años? Con la clase de prácticas en boga hoy día, se puede garantizar un futuro cuya historia no podrá ser contada, no porque no haya nada que contar, sino porque no habrá quien la cuente.

Y la última pregunta, estimado lector, ¿Qué tanto retumba en usted y en sus valores el concepto de Patria? ¿No cree que es tiempo de recuperarlo? Para empezar, hay que empezar a recuperarlo a partir del aprendizaje de valores y principios que fortalezcan la unidad nacional y al respeto y cuidado de todos nuestros compatriotas, incluyendo a aquellos que han echado al precipicio lo que queda de país, la clase política política corrupta y los ricachones, auténticos lastres de la civilización con que soñaron nuestros predecesores.

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