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jueves, 25 abril, 2024
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Llegamos a ser lo que ya éramos

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES • admin-zenda • Admin •

El 10 de enero de 1977 fue tomada la Rectoría de la UAZ por uno de sus grupos políticos en pugna como parte de su estrategia de lucha. En retrospectiva una toma de la Rectoría no debería llamarnos la atención: tomarla se ha vuelto un medio habitual de presión. Lo que saca de la trivialidad aquella toma es que fue un recurso ejercido por lo que se ha venido denominando; en las crónicas y relatos del evento (e.g. F. García González Los años y los días de una institución., ed. Cuellar (1997), E. Remedi Detrás el murmullo, Juan Pablos (2008), 1977: autonomía y sociedad en Zacatecas A. García Guizar (comp.), Taberna Libraría (2011)) como “la derecha”. No conocemos los relatos que de aquel evento ha hecho la “derecha”, pero sean cuales hayan sido sus razones (aunque desde la “izquierda” se les niega cualquier “razón”) el punto es que perdieron. Y con ello dejaron de tener influencia directa sobre el desarrollo de la universidad. Lo que hoy es la UAZ es lo que de ella ha hecho ese variopinto aglomerado de intereses autonombrado “la izquierda”. La izquierda afirma que ganó, entre otras cosas, el acceso irrestricto de las clases populares a la universidad y la autonomía, aunque en una formulación más abstracta lo que fundó fue la “universidad popular”, cuyo horizonte consistió en colocar el conocimiento y la enseñanza en beneficio de las clases populares. Un horizonte clasista, sin duda, por lo que quizá en el imaginario que movió a esa generación haya estado también presente la “lucha de clases”, siendo la victoria sobre la derecha una contundente victoria sobre las clases dominantes. Pero ese discurso no funciona más: la lucha de clases se desvaneció en el horizonte posmoderno que, junto al novohispano, domina las humanidades en la UAZ. Mientras que el enemigo de clase se cambió, en el discurso de los activistas, por el “neoliberalismo”, cuyos máximos expositores fueron la CIA, Ronald Reagan, Margaret Thacher y Augusto Pinochet. El neoliberalismo es más difuso que aquella derecha que identificaron los jóvenes izquierdistas universitarios de los setentas en la UAZ, tornándose difícil definirlo porque abundan las definiciones del mismo, así que representa, desde ahí, un problema conceptual que no puede ser resuelto desde el activismo político: se debe poner a funcionar el intelecto. Algunos de los rasgos que los universitarios parecen identificar con ese concepto son: el predominio del libre mercado, interpretado como una reducción a ultranza de los compromisos sociales del Estado en relación a la educación, el control de la economía y el bienestar general de las clases populares. De esa amplia caracterización “deducen” políticas educativas que se implementan en la universidad en relación a la contratación colectiva, porque el Estado neoliberal no ofrece subsidio a las pensiones y jubilaciones (tampoco lo hacía el Estado populista dadivoso) por lo que el Contrato Colectivo UAZ-Spauaz está constantemente asediado. Por supuesto, el Estado neoliberal amenaza también lo ganado en los setentas: la universidad para el pueblo y la autonomía. No está de más subrayar que ya no hay defensa alguna contra la destrucción de la universidad popular, por los siguientes hechos muy simples de corroborar. 1.- El Gobierno del Estado de Zacatecas no ha logrado, y no logrará, desarrollar económicamente el Estado, porque le apostó todo a la política federal de creación de maquilas. Por ello los profesionales no tienen empleo dentro de la estructura estatal así que, o trabajan por su cuenta como profesionales liberales (médicos, abogados, ingenieros) o se emplean  de mozos en la cervecería o mineros de los canadienses. Con esto se destruye el horizonte de ascenso social de los años setenta: la destrucción del estado de bienestar arrastró ese horizonte consigo. Y en él iba la universidad popular porque el pueblo no entra a la universidad por la búsqueda del conocimiento, sino como estrategia para mejorar su ingreso. 2.- La autonomía consiste no únicamente en la manipulación criminal del presupuesto universitario, aunque esa es la visión limitada de la actual administración, sino en el ejercicio de la libertad de diseñar los planes, programas de estudio, ejes curriculares, o como quiera que la aberrante dogmática pedagógica en boga les denomine hoy día. Sin embargo, a pesar de las múltiples reformas políticas de la universidad, ha cambiado muy poco el estilo de diseñar los planes de estudios (copiar los índices de libros) y de impartir las clases (que son memorísticas, enciclopedistas y todos los epítetos que le lanzó la izquierda  a la derecha) así que el ejercicio de esa autonomía se nulificó, no por la ineptitud, sino por la subordinación de los docentes a objetivos políticos (del PT, del FPZ, del PRD o del gobierno federal y estatal). 3.- Las unidades académicas descubrieron la manera de darle valor a los múltiples procesos burocráticos que manejan, como titulaciones, extensión de constancias, diplomados, cursos etc. porque a todos ellos les han colocado un precio, lo que les permite manejar ingresos elevados que no reportan a nadie. 4.- Las becas de alojamiento y alimentación se han vuelto moneda de cambio para pagar a los activistas del grupo dominante. La UAZ arribó, por fin, al puerto de la derecha. ■

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