Las intensas y masivas manifestaciones ocurridas en Estados Unidos y en México los últimos días, dan cuenta de la profunda inconformidad de los dos pueblos: en el vecino del norte por el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca, y en nuestro país por el gasolinazo y otros agravios acumulados, señaladamente por la agudización de la corrupción, la impunidad y la inseguridad con violencia que no cesa.
Llaman la atención las amenazas proferidas por Trump a los medios de comunicación que compararon la asistencia a su evento inaugural, con la registrada al evento similar del presidente Barak Obama hace ocho años. Parece que no entiende que una causa de la inconformidad manifestada durante los tres últimos días, aparte de la ignorancia que ha mostrado en los distintos temas, es la muy defectuosa comunicación con los distintos sectores de la sociedad y con el mundo, donde sus expresiones altisonantes han causado una incertidumbre muy parecida a la generada por Hitler los años previos a la Segunda Guerra Mundial. El nuevo presidente del país vecino tendrá que hacer esfuerzos importantes para dialogar escuchando a los inconformes y, de esa manera, modular su programa y la narrativa gubernamental.
En nuestro caso, la conducta y el discurso gubernamental parecen más alejados cada día de la vida cotidiana de la gente, y no se percibe que entiendan que sólo hablando con la verdad sobre la muy complicada realidad del país, lograrán atemperar el encono y la crispación crecientes que se notan en las frecuentes movilizaciones. Más nos vale que nuestras autoridades entiendan que en estos tiempos lo que se requiere es más información y más diálogo, no menos.
