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jueves, 18 abril, 2024
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La familia es la solución

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza • admin-zenda • Admin •

El 18 de enero los noticieros y las redes sociales se inundaron con una noticia trágica, de esas que en Estados Unidos son, por desgracia, sucesos casi cotidianos. Un adolescente de 15 años sacó un arma en el salón de clase disparando a la maestra, a algunos de sus compañeros y finalmente disparándose él mismo provocándose la muerte. La maestra y los otros jóvenes impactados de bala permanecen hospitalizados. En nuestro país un suceso como ése era, hasta ese día, impensable. Ya no más. Sucedió lo que tantas veces hemos visto ocurre en nuestro vecino país del norte.

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Desde ese día han circulado todo tipo de noticias, algunas  basadas más  en especulaciones, que en datos reales; ha sido ocasión también para reflexiones y llamados a la unidad por parte de autoridades civiles y religiosas. El hecho ha provocado que todos volteemos a ver a nuestros niños y jóvenes, a las escuelas y autoridades educativas, a nuestros gobiernos, a nuestras familias. El simple hecho de pensar que lo ocurrido en este colegio de Monterrey sea una posibilidad para otros centros de enseñanza resulta simplemente estremecedor.

No se trata de buscar culpables, ni faltas u omisiones, sino de aprovechar un momento tan doloroso como el ocurrido para reflexionar a fondo sobre la situación actual de nuestra sociedad y de modo particular de nuestra familia. Es el momento de despertar, de sacudirnos la inercia y ser conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor. Sólo así seremos capaces de no acostumbrarnos a la violencia, avivaremos la conciencia para saber discernir la verdad del error, para caer por fin en la cuenta de que algo no hemos hecho bien, algo está fallando. ¿Qué puede provocar que un joven de 15 años dispare contra su maestra y compañeros de clase? ¿Por qué alguien tan joven se enferma de depresión? ¿Por qué  es capaz de quitarse la vida?

En uno de los muros del colegio de bachilleres ubicado en Guadalupe, se puede leer la siguiente afirmación: «La escuela es mi segundo hogar, pero mi casa es mi primer escuela». Qué gran verdad. ¿En qué momento los padres de familia delegaron a una institución educativa lo que por naturaleza es su misión y principal responsabilidad? ¿En qué momento los padres decidieron dejar de asumir su rol de educadores? ¿Quién les dijo que debían ser amigos de sus hijos? ¿En qué momento dejaron de establecer normas, horarios y tareas en casa? ¿Quién les dijo a los padres que el celular y la tableta pueden sustituir su presencia, su cariño, consejos y orientaciones?

Es cierto que ante  la descomposición social que vivimos  todos estamos llamados a colaborar en la búsqueda de soluciones: gobiernos, instituciones educativas, iglesias, sociedad civil organizada, empresarios, pero cada quien desde lo que le corresponde hacer. La solución no está en la implementación del programa “mochila segura”, eso puede ayudar a prevenir en algo la violencia en las escuelas, pero la mochila de un niño y adolescente debiera ser revisada primero por sus padres. Claro que es importante que no se vendan cigarros o bebidas alcohólicas a menores, claro que es urgente que se regulen los horarios de los antros, se hace imprescindible que se combata la venta de droga, a la que los adolescentes y jóvenes acceden cada vez con mayor facilidad.

Pero la solución de fondo está es la familia, es ahí donde se aprenden los valores, donde se desarrolla el sentido de responsabilidad; la familia es el santuario de la vida, espacio y tiempo donde se cultiva el respeto por los demás, el sentido del trabajo y la colaboración. Los hijos no necesitan que sus padres sean sus amigos, ya tienen muchos en la escuela, ellos necesitan atención y cariño, acompañamiento y corrección. Papá y mamá salen de casa y trabajan arduamente porque quieren lo mejor para sus hijos, pero sus hijos los necesitan a ellos. No debe haber escuelas de tiempo completo, sino condiciones sociales y laborales que permitan que haya familias de tiempo completo.

Son los padres quienes deben saber donde están sus hijos, quiénes son sus amigos, qué lugares frecuentan, en qué gastan el dinero que les dan. Son los padres quienes deben corregir a los hijos, respetando su integridad claro, pero corrigiéndolos cuando sea necesario, orientándolos cuando se sientan confundidos, acompañándoles en el arduo proceso de  crecer. La familia es la clave, es la solución. ■

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