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viernes, 29 marzo, 2024
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Una cura para la muerte. ‘Only lovers left alive’

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Por: Mar García • José Méndez •

La Gualdra 275 / Mirada circular

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Ignoramos lo que el silencio nos guarda. La eternidad es un símbolo erróneo. Suficientes son las huellas para mitificar un espacio, en él, entre lo que no se sabe y la discusión existen las pasiones. Advertidos por el privilegio y las tiniebla oníricas, la conciencia se desvanece sepultando la semilla de la continuidad, en la devoción por un infierno o el paraíso se discute lo incierto como un eco silvestre que está para servirnos.

Lo primero es el pan y la caída de la tarde, luego viene la infamia como un fragmento siniestro, como un hombre elefante, como una relojería majestuosa donde la gravedad cae como gotas. Prisionero de siempre, como el instante feroz que no parte, así se sufre la muerte en los ojos de quien no muere, y es que olvidar no es el fruto ni el remedio, la letras que nos rigen no son ni el fin ni la cascada, son cicatrices que se obsesionan, un testamento invertebrado, el fuego que se abraza, que aprovecha la oscuridad para firmar su tránsito engreído, “à fin queles traces de ma tombe disparaissent de dessus la surface de la terre comme je me flatte que ma mémoire s’effacer de l’esprit des hommes…”, somos de nada, la pluma pesada del sueño prolongado.

Una historia de vampiros contemporáneos que arrastran cientos de años, incluso milenios, de nacimientos, muertes, auges y decadencias, en fin (o en principio) de civilizaciones. Con Only lovers left alive (Sólo los amantes sobreviven) Jim Jarmusch volvió a la escena del cine independiente o tal vez nunca se fue, en todo caso su filmografía se ubica en una línea del tiempo entre espacios que van de los dos a los cuatro años, desde 1980 hasta 2016.

¿Cómo aprender a sobrevivir en distintos tiempos? ¿Cómo adaptarse a los múltiples cambios generacionales, a las demoliciones y nuevas construcciones, a una historia de evolución (de transformaciones)? Sólo será posible a través de la observación de lo que permanece; en el filme de Jarmusch estrenado en mayo de 2013 en Cannes, lo que permanece es el amor, sí, el deseo, la necesidad del acompañamiento.

El paso de los años ha enseñado a algunos vampiros a controlar sus impulsos, a no provocar la muerte para generar vida (o eternidad), Eve y Adam (los amantes en la película) existen desde el sexto día de la creación, pero Eva le antecede a Adán unos 2500 años, su tiempo la ha vuelto más serena, quieta, fría. Adán, por el contrario, aún contempla la imposibilidad, el carácter perecedero de la inmortalidad.

La atmósfera siempre oscura nos traslada en un viaje nocturno de una calle olvidada en algún vecindario de Detroit al esplendor del medio oriente marroquí, el fin último de la salvación, el arca de la única sangre pura comestible, porque no sólo se muere de hambre, también de inoculación. El contagio no proviene de forma exclusiva de la sangre líquido de color rojo, viene de la sangre traición familiar, de Ava, la hermana de Eve, quizá la primera mujer, Lilith, el agua.

Cuando la muerte acecha, así se le haya burlado por varios siglos, la suma de casualidades posibles ocurre, todo lo que puede salir mal, sale mal, eso si se le teme, cuando se le ha esperado desde el infinito todo lo que puede salir bien, sale bien. La cura para el hecho irremediable no es entonces la larga vida, no es el paso estático por el transcurrir de los días, no es la prohibición a mirar fíjamente el sol, la cura para la muerte es el amor.

Discurso de siempre, no sólo de mortales, sino de los que no se encuentran en reflejo, el espejo, juzga la eternidad, no sabe de ella, su luz inerte reprocha al tiempo que permanece, el sol quieto de los años cambia en su pensamiento barroco, la luna se afila y no cava la tumba, a la inversa, la revive. En la oscuridad la luz no es una hierba vacía, es una semilla que se encuentra en la sangre, de ese alimento que nos hace inmortales surge lo contrario, quebrado como un pájaro, barajado como plumas, no se es ni ave ni nido, se es cristal molido para no ser nadie, para ser todo.

Olvidado, en muerte o en nombre, el vampiro goza como el cerdo, brillan sus ojos con el alba, con ella llega la noche, se bastan ojos cerrados para seguir en ese espacio, en el sueño, en la vida eterna.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-275

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