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jueves, 25 abril, 2024
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La mujer de mi vida

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Por: ALBERTO HUERTA* •

La Gualdra 275 / Río de palabras

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“Me fundiré en la noche

donde me aguarda la nada…”.

Pablo Milanés

 

“Ella es un cuerpo divino pero también

un fantasma que ronda mis recuerdos”.

Guillermo Cabrera Infante

 

 

La mujer de mi vida. Y la frase sonó más hueca que nunca. La mujer de mi vida. Repitió una vez más. Y la sintió todavía más hueca… hueca y vacía, y se quedó mirando los vidrios y la cortina traslúcida de la cortina de la ventana, de golpe y porrazo se le vino la imagen de ella con una sonrisa de cajera bancaria y la mano agitándose en un… ¡Hola, mi amor! Ella que entraba desnuda al dormitorio después de salir de bañarse, todavía escurriendo agua, con la toalla en la mano, que ungía con aceite de oliva su cuerpo esbelto, duro, moreno… pero sólo vio la blanca cortina de tul con franjas de flores que se agitaba por el viento y ésta ya pedía a gritos una limpieza a fondo. Volver a besar tus labios –dijo–, y sentir las pequeñas gotas de saliva… el aliento… Loco amor, de los que hay que huirles como a la peste, amor peligroso, lleno de misterios e infidelidades. Volver a ver tu mirada retadora, pero a la vez llena de incertidumbres y miedos. Y me cuido de no nombrarte, de pronunciar tu nombre, porque al hacerlo irremediablemente te invocaría, y a la vuelta de la esquina me daría de narices contigo, volverías a besarme, a colgarte de mi cuello sin decir palabra. El beso lo dice todo y volveríamos a empezar… ¿Fue ella la mujer de mi vida? Definitivamente, no. Amor loco. Eso sí. Desbordado como río en tiempo de aguas. Turbulento. Como el torrente que baja de las montañas. Él sigue mirando a través de la ventana, asomándose por las orillas de la cortina, sintiendo en el abdomen un revolotear de pájaros y mariposas. Tus manos, recuerdo tus manos sobre la piel de mi cuerpo. Tu mirada. Dijo ella. Y los vuelos a las alturas cada vez que hacíamos el amor en aquellas tardes de verano, hundidos en la oscuridad de mi pieza, con los cuerpos transpirando, y las ganas dándose de empujones con el deseo… Tus manos y tu mirada. Las tengo muy presentes. Y tu voz enronquecida diciéndome palabras amorosas, cargadas de lujuria. Y tus silencios. Tan largos. Ella… ella… ella… ¿La sigo amando? No… creo que no… definitivamente, no.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-275

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