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miércoles, 24 abril, 2024
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El planeta (doloroso) de Frida Kahlo

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 273 / Libros

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El 29, año de una de las primeras revueltas libertarias de la juventud mexicana y que trajo como consecuencia la autonomía universitaria, no fue del todo sencillo para la frágil Frida Kahlo (1907-1954).

Cuatro antes había resultado gravemente herida en un choque entre el autobús que viajaba al viejo barrio universitario y un tranvía. Tres después militaba ya en las juventudes del Partido Comunista e iniciaba su carrera artística pintando obra de caballete. Quince antes había contraído poliomielitis y, por una o varias causas, se habían frustrado sus deseos de estudiar medicina.

También en 29, año de su boda con Diego Rivera, tiene que someterse a un primer aborto.

Fue en ese lejano 29 fue cuando Frida pintó “Niña con collar”, cuadro que hace unos días fue subastado en la galería neoyorquina Shotebys en alrededor de 1 millón 500 mil dólares. Y cuando en nuestro país, casi un siglo después, comienzan a circular dos nuevos libros que refieren directamente a la artista: un conjunto de sus cartas dirigidas a su madre, todas ellas inéditas, y Frida, el tributo que los franceses Sébastien Perez y Benjamin Lacombe le rinden a esta bella mujer, también mito.

En mis manos el primero… Con un formato 280 X 310 mm. 72 páginas (20 troqueladas) a color. Encuadernación en cartoné y cubierta de tela… Que de entrada me hace imaginar el difícil riesgo que asumieron sus autores (Perez, texto; Lacombe, ilustración) al “reinterpretar” la obra de Frida. Esa mujer referente indisolublemente ligado a la cultura mexicana, que no desperdicia tiempos ni espacios para inquietarnos con su presencia, de todos y de nadie, a la “que ya ni siquiera le hace falta el apellido”, como bien anotan los autores.

Frida. Siempre Frida.

A la que hace unos días Elena Poniatowska comparara incluso con la virgen de Guadalupe.

Diego Rivera, fragmento, B. Lacombe.
Diego Rivera, fragmento, B. Lacombe.

Para la manufactura de Frida, Perez se avocó a la compilación de un conjunto de citas obligadas de la coyoacanense, reelaboración en otros casos; mientras que Lacombe a la ilustración de temas centrales de la obra que, de acuerdo a lo hasta ahora rastreado y catalogado, suman 143 pinturas, buena parte de ellas autorretratos.

Deslumbrados por la obra de Frida, ambos establecieron nueve temas a exaltar.

Accidente (“pies, ¿para qué los quiero, si tengo alas pa volar”).

Medicina (“pensaba dedicarme a estudiar los cuerpos, y, al final, es mi propio cuerpo el que me enseña a mí y el que estructura mi vida”).

Tierra (“esta casa es la más triste que he visto nunca”).

Fauna (loros, perros, gatos, monos araña).

Amor (“si me hablas te juntaré florecitas chiquiticas…, tantas que puedan hacer un jardincito en tu pecho, color de tierra húmeda”).

Muerte (“no puedo vivir sin mi chiquito lindo”).

Maternidad (intra uterine life).

Columna rota (“procuro no convertirme en sollozos”).

Posteridad (“sentir en mi propio dolor el dolor de todos los que sufren, y alentarme en la necesidad de vivir para luchar por ellos”).

 

Vistosa ilustración

El resultado es un recorrido biográfico y creativo del icono mundial, sustentado en la razonable recuperación textual y la vistosa ilustración, utilizando incluso el juego con páginas troqueladas.

No tengo duda de que cada uno de los lectores recordará la impresión que le provocó su primer acercamiento a la obra de Frida, ahora revisitada. Llena de los rasgos emocionales y físicos más íntimos de su autora; desgarramientos que se desbordan por cada uno de los lienzos. Aun cuando sea una obra inserta en la tradición del arte popular mexicano, no carente de la exaltación de los desatinos amorosos, la enfermedad, el dolor, la soledad y la muerte.

Imaginémonos pues la recepción que estos mismos universos, contenidos todos en una obra colorida y de caballete, pueda tener en públicos formados en culturas diferentes a la nuestra. De ahí esa especie de permanente arrebato encomiástico, llevado incluso a terrenos ajenos a su simiente de arte íntimo, y que desde hace décadas reciben los cuadros de la Kahlo (y su discreta obra escrita).

Por lo que Frida, sin regatearle sus valores propios y exaltaciones contenidas, se recibirá mejor en medios culturales, artísticos y de consumidores de libros fuera de nuestro país.

Que no es poco si damos crédito a un dato registrado recientemente: sólo dos de cada diez noticias que circulan de México a nivel mundial, son culturales.

 

En voz de Frida

“Hace poco, casi unos días, era una niña que caminaba por un mundo de colores, de formas duras y tangibles. Todo era misterioso y ocultaba algo; descifrar, aprender me gustaba como un juego […]. Ahora habito en un planeta doloroso, transparente, como de hielo, pero que nada oculta”.

“Esta casa es la casa más triste que he visto nunca”.

“Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior”.

“Sentir en mi propio dolor el dolor de todos los que sufren, y alentarme en la necesidad de vivir para luchar por ellos”.

“Diego, mi hijo”.

“No puedo vivir sin mi chiquito lindo”.

“Pies, ¿para qué los quiero, si tengo alas pa volar?”.

 

Sébastien Perez y Benjamin Lacombe, Frida, Edelvives, México, 2016, 72 pp.

* [email protected]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-273

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