La Gualdra 273 / Cine
La procedencia shakespeariana del título del documental de Olivier Babinet queda aclarada en los créditos que aparecen al final y que vienen encabezados por un epígrafe que consiste en una réplica de Sueño de noche de verano: “What hempen homespuns have we swaggering here, so near the cradle of the Fairy Queen?” –“¿Qué están voceando estos rústicos de estopa aquí, junto a la cuna de nuestra Hada Reina?”, según la versión en español de esta obra tan emblemática en la cual el verbo to swagger significa “hacerse el listo, fanfarronear”. De hecho, el epígrafe sirve sobre todo para recordar que fue el dramaturgo inglés quien inventó este verbo que ha pasado a formar parte del vocabulario usual de los jóvenes de hoy que lo utilizan en el sentido de “tener estilo”.
La cita sintetiza de por sí el proyecto dentro del cual se enmarca este documental que se relaciona con el género conocido como “teen movie”: al recordar el vínculo que existe entre el lenguaje de los jóvenes y la literatura clásica, el cineasta sugiere que aquéllos son tan dignos como ésta y que merecen el mismo interés. El origen de este proyecto fue su experiencia como profesor en los talleres de cine que se organizaron en los colegios de Seine-Saint-Denis, durante los cuales pudo conocer a estos jóvenes.
En efecto, Swagger recoge los testimonios y comentarios de once adolescentes que han crecido en las barriadas más desfavorecidas de las afueras de París y que, uno tras uno, se expresan sobre los temas más diversos: la familia, el instituto, la política, la amistad, el amor, París, la religión, los proyectos profesionales, etc. Desde el punto de vista de la filmación, la voluntad de mostrarlos como personas dignas y grandes pese a su condición social pasa por el uso de planos medios o medios cortos que permiten destacar sus emociones y ofrecerle a cada uno un pequeño espacio de expresión que le pertenece. A veces se emplean también ligeros contrapicados con el fin de sublimarlos y tratarlos no como víctimas sino como auténticos héroes de películas.
Entre estos once adolescentes escolarizados en el instituto Claude Debussy de Aulnay-sous-Bois, resulta particularmente llamativo el caso de Régis que constituye sin duda el mejor ejemplo de swag. El joven mueve a risa por su afición a la moda que lo lleva a vestirse de pieles y a ir de estrella por los pasillos del instituto. Sorprende enormemente su capacidad para narrar una intriga sumamente compleja del famoso folletín televisivo Los fuegos del amor. Impacta también el testimonio de Aissatou, una chica que no consigue pronunciar su nombre frente a la cámara y que se siente como “un fantasma” en el colegio.
El interés y el mérito del documental consisten, pues, en dejar que estos chavales se presenten y dejen entrever su personalidad única, a través de sus palabras y de lo que quieran contar frente a la cámara. No importa que sus historias parezcan tonterías, niñerías o incluso provocaciones: la cinta las recoge sin censura como marca de respeto hacia estos jóvenes que sorprenden y conmueven con su lucidez, su ambición, su fantasía y su sentido del humor.
La cinta fue presentada en Cannes 2016 por la ACID -la Asociación de Cine Independiente por su Difusión- que la incluyó en su programación, no sólo por esta forma novedosa de filmar a los jóvenes de las barriadas, sino también por la creatividad que caracteriza la incorporación de ciertas escenas ficticias que recuerdan la estética de los videojuegos, así cuando se ven unos robotitos volando, deslizándose por los rascacielos, acompañados por un altavoz que declara el estado de emergencia, una manera de representar la escena apocalíptica temida por uno de los protagonistas que se pregunta por qué existen la guerra y los atentados.
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