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viernes, 29 marzo, 2024
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Dígale eso a Amparo diputada Iris Aguirre

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Por: Rodrigo Reyes Muguerza • admin-zenda • Admin •

Hace más de veinte años conocí a Amparo. Nació y creció en un rancho de Zacatecas al que sus habitantes decidieron llamar Picones. Amparo tenía que levantarse en la madrugada para ir a trabajar a la ciudad como empleada doméstica diariamente. Cuando la noche le ganaba resultaba mejor quedarse a dormir en los austeros cuartos de servicio acondicionados para su estancia. Se trata de alguien que desde joven entendió que se tendría que convertir en el pilar que sostendría a una familia numerosa.

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Hija, hermana, prima y ante todo madre. Amparo dio vida a tres hijos y cinco hijas. Intentó, a través de su trabajo honesto, dar a cada uno de ellos y ellas todo lo que necesitaban. La desigualdad la alcanzó y su esfuerzo no fue suficiente. La mitad de su descendencia tuvo que emigrar a Estados Unidos. Lograron la hazaña que ella no pudo concretar hace decenas de años; cruzar la frontera.

El güero y el gordo, dos de sus hijos, trabajaron en los Estados Unidos por algunos años y después, ante la brutalidad de la realidad del sueño americano, decidieron volver. Su hija María Luisa corrió con mejor suerte. Dejó México hace años y en una calle de Santa Rosa se hizo de una casa, conoció a un hombre con el que se casó y tuvo una hija. Nunca ha podido regresar a Picones. Para poder cubrir los gastos, María Luisa y su esposo tienen dos trabajos cada uno. Su hija habla inglés y español, va a la escuela y muy probablemente tendrá mejores oportunidades que las que hubiese tenido en un país donde la conciencia social está en peligro de extinción.

Desde Zacatecas, Amparo, quien no contaba con una visa americana, llamaba a María Luisa cada semana para imaginar como era su vida al otro lado del patio. Siempre que la escuché hablar su rostro se convertía en una combinación de felicidad, nostalgia y tristeza. Felicidad de saber que su hija tiene una vida que nunca hubiera tenido en Zacatecas. Nostalgia de tener que conformarse con recuerdos, llamadas y fotos. Tristeza por no poder abrazarla y decirle que estaba muy orgullosa de ella.

Hace una semana, la diputada local Iris Guerrero realizó una declaración verdaderamente lamentable. En su afán por justificar el actuar de Trump, Iris Borrego dijo que los problemas que causan los latinos en Estados Unidos son vergonzosos, que son los mexicanos los que se quieren pasar de listos en los supermercados y los que tienen mala fama en Estados Unidos.

Diputada, trate de decirle eso a Amparo y a la gente que ella representa. A las personas que se fueron y a las que se quedaron esperando un encuentro que no llegará. Trate de decirle eso a las madres que nunca más volvieron a ver a sus hijos y a los hijos que recuerdan a sus madres y padres. Trate de decirle eso al migrante que envía dinero a México y que se rompe la espalda trabajando para salir adelante. La tribuna, diputada, sirve para que pueda defender a la gente que representa no para que los ataque. Para que le de voz a quienes no tienen y no para que los enmudezca a través de insultos. Sus palabras no tienen cabida en un estado tan golpeado por la emigración. Es usted quien comete actos vergonzosos y quien queda mal. Si no sabe el peso que tienen las palabras, no haga uso de ellas.

No es posible que mientras una gran parte del país se prepara para enfrentar el efecto Trump, existan tomadores de decisiones que apoyen las declaraciones del magnate de Nueva York. En una entrevista previa, la misma diputada dijo que su partido maneja un “lineamiento céntrico” – no somos ni de izquierda ni de derecha, aseguró -. Alguien le debería de explicar que las declaraciones que acaba de hacer, así como su apoyo a las ideas de Trump, la colocan en la ultra derecha. En una derecha anticuada, racista, misógina, intolerante. No existen medias tintas, no hay malas interpretaciones – como trató de argumentar posteriormente –, lo que la diputada dijo está mal por donde se vea.

Después de dieciséis años Amparo pudo conseguir una visa. En la foto más reciente en la que la vi, está sentada en una silla de ruedas al lado de su hija María Luisa y su nieta. En su rostro ya no hay nostalgia ni tristeza solo alegría. Es irónico, estoy seguro de que la fortaleza de Amparo y de su hija – como la de la mayoría de los migrantes- es tan grande que las palabras de alguien como Iris Guerrero no significan absolutamente nada. Se trata de personas curtidas por la dureza de la vida. Al final, está en nosotros promover que la vida de personas como Amparo no esté marcada por la distancia. ■

 

@rmuguerza

[email protected]

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