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jueves, 28 marzo, 2024
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Ignacio Betancourt, el siglo de los ángeles

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR • admin-zenda • Admin •

Historia y Poder

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Maestro de la poesía, el teatro militante de excelsa calidad, investigador de aptitud extraordinaria, promotor cultural solidario, José Ignacio Betancourt Robles es de esos mexicanos con una multitud de atributos que tienen que ver con revoluciones caseras, nativas de lo más granado del pensamiento popular de las muchedumbres.

De más está que fue triunfador en certámenes nacionales de poesía y el cuento portentoso y  que ha publicado libros que son consulta obligada ya de poesía deslumbrante, de narrativa atrayente, de historia y rescate de los poetas bucólicos, de movimientos culturales del siglo 19, el buen Ignacio es ante todo, militante de las ideas de izquierda, fundador de estirpes, sarcástico, sagaz y ante todo, promotor de las comunas juveniles que bajo el amparo del legendario Grupo Zopilote promovió acabar con el estereotipo, la farándula intelectual, la hipocresía de las masas amorfas.

Amigo de innumerables escritores zacatecanos, su amistad no solo ha servido para el impulso de una nueva visión del quehacer cultural sino con hechos concretos visualizar una nueva era en que el poeta sirva de algo entre las huelgas de menesterosos, la toma de edificios universitarios, la astucia entre ejidatarios instaurando campamentos de tierra y libertad y desde la hermana Jornada San Luis, cada viernes con su columna reficciones, educa al oidor, repulsa al díscolo, abate al hipócrita, ejerce pues, una columna punzante pero siempre provista de calidad, contenido y de ideas que liberan, denuncian, aglutinan.

Hermano del actor y director teatral Fernando Betancourt, ambos fueron figuras icónicas desde los años sesentas en un país por demás harto de las podredumbres caciquiles, del desvarío de  los partido políticos en vías del humanismo menesteroso y rampante, es decir, la traición a los códigos de la conducta humana que ansiaba el fin de la porquería, la simulación, el hartazgo de bañarse en las gélidas aguas del cálculo egoísta que solo leía manifiestos comunistas sin llevar a la práctica el ideal de verdad de un hombre nuevo, libre de atavismos, impurezas clasemedieras, fetiches a crédito con el afán de ser devocionarios de la lumbrera intelectual de José Martí, de Ponciano Arriaga, del mismo López Velarde.

Maestro normalista, el escritor nacho Betancourt optó desde muy temprano la promoción de los talleres literarios en el país y que al igual que José de Jesús Sampedro, el recién desaparecido David Ojeda, el señor Huerta y otros, fueron pilares de las nuevas promociones de escritores juveniles que en algo contribuyó al alfabetismo cultural y al entendimiento de la sintaxis novedosa, el castellano fulgurante en vías de distraer, educar, corregir.

Abierto militante radical, Ignacio es referente natural del singularísimo grupo teatral Zopilote que dejó huella en los escenarios nacionales y mundiales, a mí siempre me sorprendió su gran carisma al entablar relaciones con lo más granado de los escritores y catedráticos nacionales y latinoamericanos, como Juan Miguel de Mora, Atahualpa del Cioppo, Juan de la Cabada, Alfonso y Sergio Arau, el monero Ahumada, en fin, una gran cartelera de insólitos personajes que ayudaron a conformar una visión novedosa del mundo mexicano.

Su numerología y rasgos de su personalidad los guardamos con eficacia y orgullo.

Poeta, intenso, divertido e interesante, Nacho Betancourt es la permanente reinvención, el hallazgo renacido, la expresión de lo solidario, las lecturas interminables, la esperanza de cambiar al mundo peleando todos los días hasta el final. ■

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