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jueves, 28 marzo, 2024
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(Sin título) 3

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Por: La Jornada Zacatecas •

Autor: Luis Alberto Paz González
Residencia: Huixquilucan, Estado de México, México

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A la noble y leal Zacatecas
la Huesuda se la llevó;
aquélla ni se resistió,
y ahora la miramos a secas.

Suena la marcha que compuso Codina;
su cuerpo es bañado en plata,
le brilla hasta la última pata
y hay llanto en cada colina.

Zacatecas se fue contenta
porque ya no quedan aztecas
que los llamen Chichimecas,
así que ya no se lamenta.

Dicen que con la Muerte bailó
en la plaza y en el panteón,
compusieron una canción
que a todos les encantó.

No perdonó a la historia
que le llama fundadores
a aquellos conquistadores
que no pasaban de escoria.

¡Ay Zacatecas!, ¡ay Zacatecas!,
te nos fuiste entre risas y llantos,
sin dejarnos pedirle a los santos
que se olviden de tus muecas.

La Parca, mujer de talante
con gran sombrero emplumado,
dejó a un hombre fascinado,
con el corazón palpitante.

Juntas recorrieron la plaza
al tañer de las campanas,
divertidas como enanas
echaron un rato de guasa.

A Nuestra Señora de los Zacatecas,
bautizada así por un rey,
le encantaba cumplir la ley
sin decir palabras huecas.

Irá escrito en su epitafio
su nombre: lugar del zacate,
con versos de algún abate
completando el cenotafio.

Se le vio irse contenta;
vestía en el pecho un escudo
que a más de uno dejó mudo,
y caminaba resuelta.

Su cuerpo: ciudad colonial,
enmarcado con La Bufa
y amasado en una estufa
perfumado de copal.

Pidió que ningún hijo olvide
la Batalla del Puerto Piñones;
dejó claro que somos chingones
y esa constancia se expide.

Lo que sí ni la Muerte logró
fue que otorgara perdón
a Santa Anna que, por cabrón,
Aguascalientes le arrebató.

En la otra vida se la cobrarán;
le dirán: «México ya no es realista»,
aunque le urge un economista
y muchos de él se burlarán.

Si una tristeza final le quedó,
fue la partida de cada paisano
que viene una vez al año
y que por trabajo migró.

La Catrina le recordó
que ella lo junta a todo
los jinetes también, ni modo,
y de junio se acordó.

Cuando el sol dejó la cantera
se escuchó el son de la tierra
y Zacatecas entera
vio a su madre ya fuera.

Estrofas de Pepe Aguilar entonaron,
con María Victoria bailando,
Florinda y Amaranta tarareando,
hasta Río Grande escucharon.

¡Ay, adiós, Zacatecas!, rezaban,
si puedes, cada noviembre
date una vuelta siempre,
Fresnillo y Jerez repasaban.

La próxima vez que vengas,
con suerte, serás ya morena,
y haremos una verbena
para que mucha alegría tengas.

Ahora tu lema nos dejas:
«El trabajo lo vence todo».
Eso no lo cubrirá el lodo,
mi noble y fiel Zacatecas.

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