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viernes, 19 abril, 2024
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René forever

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Por: Ester Cárdenas •

La Gualdra 268 / Castillo de sal si puedes

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“Si para ser izquierdista hay que sumarse a una de las mafias del PRD, de acuerdo, no soy de izquierda ni quiero serlo. La corrupción no se me da, tampoco el populismo. Soy un simple escritor de literatura que desprecia a todos los partidos. Es todo. Me rindo, camaradas perredistas, no manden más correos acusándome de derechista porque no tienen puta idea lo que significa ser de izquierda, porque hasta hace poco la inmensa mayoría militaba en el PRI y ahora hacen dinero a manos llenas al amparo de sus nuevas siglas, porque los conozco y porque ahora estoy a punto de ser anarquista. Vale”.

René Avilés Fabila

 

Conocí a René a principio de los setenta, hace cuarenta y siete años. Yo era parte del Coro Universitario que dirigía el padre Pacheco (gran maestro) y justo el día en que René se presentaba en el Cervantes Saavedra, en el mismo edificio (Prepa 1) en el Salón del Consejo se le hacía un homenaje a Salvador Novo y el coro era parte de ello. Antes de ingresar al salón, saludé a René Lara (entrañable amigo) quien estaba acompañado de un apuesto desconocido quien resultó ser René Avilés y ambos me invitaron a su lectura. En cuanto terminamos de cantar salí corriendo a la lectura, el Cervantes estaba repleto y sólo había un lugar en la primera fila al lado de una mujer bellísima, con quien al final entablé conversación, ella se llamaba Clemencia, resultó ser la mamá de René y me invitó a desayunar con ellos al día siguiente en el hotel Reina Cristina (ahora Emporio). Dudé mucho antes de entrar al restaurante del hotel, finalmente respiré profundo y me introduje al lugar. Ahí estaban ellos en compañía de varias personas (no recuerdo quiénes), René me acercó una silla y en verdad pasé uno de los mejores momentos de mi vida, la conversación, las risas, el café. René comentó que era la primera vez que salía del D.F. y que pensaba que Zacatecas era como Macondo y por eso había preferido viajar en camión en vez de traer su vochito, de ahí surgió la conversación sobre Cien años de soledad, me preguntó si ya lo había leído, respondí que no e inmediatamente me pidió mi dirección para enviarlo antes de irse a París con Rosario (su esposa y compañera de toda la vida) donde ambos harían su posgrado. Una semana después tenía en mi mano el libro de García Márquez y pasados quince días una tarjeta desde Nueva York, rumbo a París. Ése fue el principio de una hermosa amistad y el regalo más preciado a mis quince años.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-268

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