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jueves, 28 marzo, 2024
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¡El muerto quiere camote, si no, se le cae el bigote!

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Por: José Luis Guerrero Álvarez •

La Gualdra 268 / Tradiciones

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Las calles de Zacatecas, sombrías, de color cobre su entorno, casi como en tiempos de la Colonia, y el mundo de niños buscando lograr una golosina como retribución al ingenio, es dos de noviembre y son los setentas. Un chamaco actuando de difunto, sobre algunas tablas viejas, maquillaje tétrico, ropas sucias y rotas, dibujadas grandes heridas en el rostro, donde la protagonista principal es la sangre. La mayoría de los chamacos con unas linternas elaboradas con latas de chiles, alambre y una vela de cera que produce una tenue luz que se cuida del aire para que no se extinga y se pierda la iluminación del camino. No existen aún los disfraces propios de la mercadotecnia actual introducidos al país por los medios televisivos, el cine y las revistas gringas, aún se mantiene un gran vínculo con las costumbres propias de nuestra cultura, catrinas, calaveras, monstruos raros, lloronas, algunos cuerpos enredados de vendajes para emular las momias que hemos visto en las películas de “El Santo”; se escuchan los cantos y gritos diciendo “El muerto quiere camote, si no se le cae el bigote, la viuda…”.

dsc_6876Un grandulón dirige el cortejo, compuesto por ocho o diez participantes de todas edades y con el más pequeño al frente, que lleva una cruz hecha de maderos viejos, las sombras alargadas se proyectan en las viejas casonas de la calle del Ángel, justo en la parte trasera de Catedral, los más osados caminan hacia el centro de la ciudad en donde están los comercios más grandes y les hace fondo musical la voz de don Rufis Taylor anunciando los productos comerciales y la cartelera de los cines, Rex e Ilusión, al igual que los gritos del señor que vende burritos y compone improperios llenos de humor para los transeúntes: “¡Burritos de mariachi de banqueta, sus burritos!”, frases dirigidas a los chavos que caminan con sus guitarras en el hombro, lo que causa carcajadas en lugar de enojos. Algunos otros no pueden salirse de su barrio, pues tienen prohibido brincar los límites, marcados por sus padres. El chamaco que recoge el botín, lleva una gran caja de cartón en donde lleva tejocotes, naranjas, colaciones, caramelos mentolados, “tomys”, chicles motita y algunas monedas; conforme hay más ganancia, más ganas dan de gritar “¡El muerto quiere camote, si no, se le cae el bigote!”.

En muchos hogares huele a flor de muertos (Cempasúchil), hay muchas personas en los pórticos de sus casas, algunos ancianos sentados en sillas que han colocado ex profeso para ver el interminable desfile de personas impregnadas por el festejo fúnebre y reparten dulces. No así en ciertas casas de personas “pudientes” que ni siquiera abren sus puertas y se ganan insultos y enojos de los niños. Hay algunos puestos de tacos y enchiladas en anafres, que despiden olores por demás deliciosos y que algunos niños compran con lo recabado.

Los mejores grupos llevan ataúdes de cartón, todo parece real y dejan boquiabierto al resto de los participantes, eso produce un dejo de soberbia en los involucrados, son cientos de luciérnagas en Zacatecas comiendo calabaza endulzada con miel de tuna y piezas de camote, un verdadero espectáculo lleno de alegría y felicidad, todos gritan: “¡La viuda pide una ayuda, para su pobre criatura!”.

*[email protected]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-268

 

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