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viernes, 29 marzo, 2024
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Una herramienta eficaz

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 267 / Promoción de la lectura

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Una de las reglas que establezco al iniciar una actividad de lectura, en particular una capacitación, es brindar la oportunidad de equivocarnos, sin que ello genere consecuencias negativas. Es decir, recuperar y revalorar aquellos aspectos que estuvieron implícitos en el errar. En nuestra sociedad y en nuestro sistema educativo concretamente, cometer una falla trae consigo un estigma difícil de borrar. Marca indeleble que denota incapacidad. Esta visión me parece inadecuada. Creo que gran parte de los artefactos que nos rodean estuvieron precedidos por un proceso de ensayo y error. Otros más, por una dosis de fortuna y el azar a su favor.

Quiero trasladar esta idea a la formación de lectores. Durante años han surgido campañas fundamentadas en el placer de la lectura. Concepto fácil de repetir, pero que no siempre va acompañado de los hechos. De este punto ya me ocupé en diversas ocasiones. Ahora me enfocaré del engaño implícito en él. Descontextualizada, esta frase parece que la lectura es uno más de los placeres fáciles e inmediatos propios de nuestra sociedad. Se olvida que en el proceso de la formación lectora nos enfrentamos a textos, que en su momento, fueron sumamente complicados. Ahí no hay ningún placer.

En el reiterado ejercicio de preguntar qué males puede causar la lectura, es recurrente la respuesta de que –los lectores- nos volvemos seres antisociales, solitarios, intolerantes, con complejo de superioridad, etcétera. Creo que ello sucede porque no entendemos, insisto, en que la lectura es un proceso. Y en un afán de intelectualidad, o de ser políticamente correcto, debemos expresar que todo texto es entendible, provocando placer automáticamente. Nada más falso. Por ello invito a que reflexionemos en torno a nuestro propio proceso lector: qué nos gusta, qué no nos gusta, por qué se da esta situación. En la medida que identifiquemos estos elementos en nosotros, podremos comprender a otros.

Hace unos días, trabajando con un grupo de jóvenes de secundaria, pregunté a quién no le gustaba leer y que expusiera sus motivos. El chico tomó confianza cuando le dije que a su edad, a mí no me gustaba leer cuando tenía su edad. Su respuesta fue sorprendente (y no resultaría extraño que compartiera argumentos con otros chicos de su edad): “Leer es perder el tiempo porque sólo ves letras. En cambio, en la televisión o internet ves imágenes”. Este testimonio deja ver que no ha habido un solo adulto que acercara a este joven a la imaginación.

A partir de toda esta reflexión creo que los bibliotecarios, docentes, promotores y mediadores de lectura tendrán una herramienta eficaz que les permitan diseñar actividades en pro de la lectura y la formación de lectores, dejando de lado preguntas de la talla de ¿cómo puedo hacer para que mis hijos, alumnos, lean?, ¿cómo le hacemos para que la gente venga a la biblioteca?

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-267

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