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viernes, 29 marzo, 2024
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Editorial gualdreño 267

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

El emprendedurismo es una actividad que está relacionada con la capacidad que ciertas personas tienen para identificar en su entorno oportunidades y nichos de mercado que pueden pasar desapercibidos para la mayoría. Tener esa capacidad de emprender, de hacer que una idea se materialice, que un sueño se convierta en realidad, es un don que tienen algunos desde que nacen, pero es también una habilidad que se puede aprender. Convertir ideas en empresas, entendidas éstas como organizaciones con objetivos definidos encaminados a la obtención de utilidades es la meta.

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Muchos son los ejemplos de personas emprendedoras en la ciudad; en algunas escuelas han puesto particular atención a este tema y cada vez son más instituciones educativas las que han incluido los programas emprendedores en sus planes académicos. Ante el panorama de crisis económica permanente que se vive en todo el país, resulta fundamental que los estudiantes tengan las herramientas para ser generadores de empleos una vez que egresen de sus universidades. Hasta aquí está bien, pero habría que analizar qué tipo de empresas se requiere; las industrias culturales, salvo honrosas y muy pocas excepciones, no han tenido la atención por parte de los emprendedores, ni el apoyo de las instituciones.

Propiciar la creación de empresas siempre será una buena estrategia sobre todo ciudades como la nuestra, en la que la mayor parte de las actividades económicas giran alrededor del turismo; un turismo que no ha sido, por cierto, comprendido del todo, de ahí que cada quien tenga su idea de lo que es atender a un sector que ni siquiera se conoce. Se tiene una idea vaga de quiénes nos visitan, pero no se tiene la certeza de qué características poseen en realidad y todavía más grave, los esfuerzos institucionales no han sido suficientes para atraer a un turismo con necesidades, deseos y demandas específicas; me refiero a ése que viene esporádicamente y se marcha insatisfecho por muchas razones y al que podría venir a Zacatecas con la idea de consumir productos culturales.

En algún momento, a partir de hace 6 años, a alguien dentro de gobierno se le ocurrió que Zacatecas era una ciudad “demasiado tranquila”, por no decir “aburrida”, y empezó a otorgar permisos a diestra y siniestra para que las casas del centro histórico se convirtieran en antros, cervecerías, bares y cantinas, sin ningún tipo de control. Estos lugares empezaron a proliferar a un ritmo tan desmesurado, que el día de hoy tenemos más de cien establecimientos de este tipo en las calles céntricas. Sé que hemos reiterado en varias ocasiones los conflictos ocasionados por este problema, pero parece que no ha sido suficiente. Se siguen abriendo todos los días, sin licencia y sin anuencia vecinal, lugares que contribuyen no sólo a la contaminación ambiental, también están generando una contaminación auditiva, un incremento a la inseguridad y un daño patrimonial sin precedentes. Los edificios del centro histórico están resultando dañados sin importar que existan leyes que se hicieron hace algunos años precisamente para proteger las estructuras de casas con más de cien años de antigüedad. La ley y reglamento vigentes están ahí y parece que a nadie le importan.

La mayor parte de las ideas de “negocio” y de generar un “avance económico” se ha circunscrito a propiciar que este tipo de establecimientos en el centro sean cada vez más, poniendo por delante el argumento de que la nuestra es una ciudad turística y que nuestros visitantes requieren de esto como aliciente para venir. ¿De verdad necesita sólo de eso el turista que viene con la idea de que ésta es una ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad? ¿De verdad es necesario que los edificios del centro histórico se sigan utilizando de esta forma en detrimento de sus estructuras? No lo creo, la prueba está en que mientras en otras ciudades del mundo han privilegiado la protección del patrimonio, el otorgamiento eficiente de los servicios, y la generación y promoción de productos culturales, aquí estamos destruyendo poco a poco el elemento primordial de nuestra identidad: la belleza de nuestra ciudad y la tranquilidad de vivir en ella.

Afortunadamente, hay quienes están enfocando todos sus esfuerzos en generar otro tipo de empresas, me refiero a las empresas culturales. Son iniciativas independientes que están poniendo el ejemplo de que existen alternativas diferentes de emprendedurismo. De eso hablaremos la siguiente semana.

Que disfrute su lectura.

 

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