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jueves, 18 abril, 2024
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Trump, frente a la derrota anunciada, cuestiona el sistema

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Por: La Jornada •

Nueva York. Donald Trump, rehusando aceptar su derrota anunciada por todos los indicadores y los expertos, intensificó su estrategia de cuestionar la integridad del sistema electoral estadunidense lo cual podría detonar un conflicto con consecuencias severas, hasta violentas, en un país donde un amplio sector de la población no tiene confianza en su sistema político.

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El presidente Barack Obama fue obligado a denunciar las acusaciones del abanderado republicano de que se está preparando un gran fraude en las elecciones nacionales del 8 de noviembre. “Nunca he visto en mi vida o en la historia política moderna, a cualquier candidato presidencial intentando desacreditar las elecciones y el proceso electoral antes de que ocurran los votos. Esto no tiene precedente. Y no está basado en ningún hecho”, declaró en la Casa Blanca, después de amonestarle para que dejara “lloriquear” y que busque sus votos.

Algunos republicanos también rechazaron la insistencia de Trump de que el sistema está amañado y que está en proceso un fraude, incluyendo el presidente de la cámara baja Paul Ryan, el secretario de Estado de Ohio Jon Husted, un republicano, y el senador Marco Rubio, entre otros. Pero los republicanos están en una situación incómoda porque a lo largo de los años han impulsado varias medidas de supresión del voto de minorías en varios estados bajo el pretexto de prevenir fraude electoral ante las urnas -algo que se ha comprobado como casi inexistente (hay otros tipos de fraude).

Todos los indicadores -sondeos, modelos de pronóstico del voto- y los expertos en ambos partidos coinciden en que si todo sigue igual, la candidata demócrata triunfará con un amplio margen. En los promedios de las encuestas nacionales calculadas por RealClearPolitics y el Huffington Post, Clinton goza de una ventaja de unos 7 puntos. En el modelo de pronóstico del New York Times, Clinton ahora tiene un 92 por ciento de probabilidad de ganar frente a sólo 8 para Trump.

En un nuevo sondeo hoy de 15 estados claves (o sea, los que podrían determinar el resultado bajo el sistema del colegio electoral (http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/09/06/el-colegio-electoral-y-otras-rarezas-de-las-elecciones-en-eu) de SurveyMonkey y el Washington Post, Clinton tiene asegurado mucho más que los 270 votos electorales que se necesita para ganar la Casa Blanca.

Por lo tanto, el tercer y último debate programado entre ambos candidatos este miércoles es posiblemente la última oportunidad de Trump de intentar revertir el desplome de su campaña a tres semanas de la elección.

Pero cada vez menos importa ya el contenido de las propuestas políticas de cada candidato, o sus plataformas; esta elección ha bajado al peor nivel de calidad en la memoria de este país. Por ejemplo, lo más reciente: Trump acusó a Clinton de estar drogada y sugirió que deberían de implementarse medidas anti-doping para los candidatos antes del próximo debate.

Ante la implosión de su campaña a lo largo de las últimas tres semanas (cuando antes del primer debate seguían empatando en las encuestas) Trump ha emitido el mensaje de que un “ganador” como él solo puede perder si hay trampa.

Por lo tanto, ha reiterado cada vez más que “hay un fraude de gran escala ocurriendo en y antes del día de las elecciones”. El lunes declaró que los muertos y los inmigrantes indocumentados han votado en elecciones previas (por eso ganó Obama), y que lo harán de nuevo en noviembre, todos en su contra.

Hay indicaciones de que este mensaje está funcionando a cierto grado: en un sondeo de Politico/Morning Consult, 41 por ciento de los votantes (un 73 por ciento de los republicanos) cree que le podrían “robar” la elección a Trump.

Trump no está del todo equivocado generalmente hablando, aunque sí en lo particular. Aunque es casi inexistente el incidente de fraude ante las urnas, sobre todo a través de falsa identidad de votantes, hay otro tipo de manipulación electoral. El sistema electoral estadunidense no cuenta todos los votos, ni puede garantizar que cada voto cuenta. Más aún, políticos han impulsado varias medias diseñadas para suprimir el voto, particularmente para votantes afroestadunidenses, latinos o los pobres en general durante décadas.

Vale recordar elecciones tan recientes como la de 2000 que fue definida por la Suprema Corte después de resultados en Florida donde el demócrata Al Gore perdió contra George W. Bush por 537 votos, y donde a nivel nacional Gore ganó el voto popular pero Bush el colegio electoral. Cuatro años mas tarde, disputas sobre la participación suprimida de algunos sectores más sobre el conteo controvertido del voto en Ohio fueron en los hechos un tipo de fraude.

Pero Trump está jugando con fuego. Algunos analistas y políticos se preocupan porque con este tipo de retórica sobre el fraude, el magnate está nutriendo una ala extremista que ya habla abiertamente de “golpes de estado”, una “revolución” y lucha armada si gana Clinton a través del supuesto “fraude” contra Trump. Agrupaciones del llamado movimiento “patriota” (incluye toda una gama de grupos de odio, supremacía blanca, neonazis, antimigrantes y más) han indicado que se “están preparando” para defenderse ante el “complot” de Clinton y los grandes intereses que representa.

Ese “complot” sigue creciendo, y ahora incluye a Clinton, sus grandes donantes, casi todos los medios, Carlos Slim, y ahora el añejo programa de comedia de televisión Saturday Night Live, después de un segmento en que se burlaban de él.

Mientras tanto, del lado demócrata, los miles de correos electrónicos hackeados de la cuenta del jefe de la campaña de Clinton, John Podesta, que Wikileaks ha difundido en los últimos días confirman las criticas de Bernie Sanders y otros de que Clinton mantenía una relación muy cercana y amistosa con algunos de los más altos ejecutivos de Wall Street, junto con una serie de debates internos entre asesores sobre la mejor manera de manipular la percepción pública de la candidata, entre otras cosas.

Pero hasta el momento, no se ha encontrado una “bomba” que pueda descarrilar a su campaña y por ahora, solo confirman la percepción de Clinton como una política del establishment con todo lo más negativo que eso implica en la opinión pública actual.

Millones verán el último debate no para enterarse de las propuestas de cada candidato, sino por morbo. Es casi como noche de lucha libre, a ver quién aplica la mejor llave, o hace trampa, pero nadie está apostando la máscara. Al final, todos analizarán el espectáculo para debatir quién ganó.

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