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viernes, 19 abril, 2024
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La candidatura de Donald Trump: Bomba a punto de estallar en el partido republicano

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Dentro de un mes los estadounidenses no sólo elegirán a un nuevo presidente, también decidirán sobre 34 escaños del Senado (Un tercio de un total de 100) y la totalidad de las 435 curules de la Cámara de Representantes. Actualmente, el partido republicano domina el Senado con 54 senadores por 44 demócratas y 2 independientes, y la cámara de representantes con 247 contra solo 188 demócratas. Un dato importante a tener en cuenta es que de los 34 escaños en disputa, 24 corresponden a senadores republicanos y solo 10 a demócratas, lo que significa que si la candidatura de Donald Trump se desploma en las preferencias electorales, aumentarán las probabilidades de que los electores también cobren la factura a los candidatos republicanos al congreso y pierdan también su capacidad de obstrucción de las iniciativas de la eventual presidenta demócrata.

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Lo anterior explica por qué el intelectual ultraconservador William Kristol incrementó este último fin de semana la presión a su partido para despojar a Donald Trump de la candidatura. En un artículo publicado este sábado Kristol dijo que: “No necesitamos pesquisas, ni procesar a ningún político, ni abrir ninguna disputa entre el pasado y el presente. Tenemos que actuar ahora para que no se pierda el futuro. Existe la real posibilidad de una catástrofe inminente, una catástrofe para el partido republicano, y para los principios y las políticas que, aunque de manera imperfecta, ha defendido- lo que nos debe conducir a unirnos y actuar juntos. Los que nunca lo apoyaron, los que a duras penas lo hicieron, y los que lo apoyaron hasta ahora, debemos unirnos en aras de salvar la posibilidad de un futuro conservador.”

Llama la atención que un número importante de políticos republicanos, entre ellos el ex candidato presidencial John McCain, hayan aprovechado la ola de indignación generada por la publicación de un video donde Trump hace comentarios procaces  respecto a las mujeres, para retirar su apoyo al candidato de su partido. Esto ocurrió durante el reciente fin de semana, antes del segundo debate con Hillary Clinton ocurrido ayer por la noche. Para valorar lo que significa su nueva definición política anti Trump, recordemos que no lo rechazaron cuando lanzó su candidatura y dijo que México “no manda a los mejores sino a los violadores y narcotraficantes” ni cuando pidió que se prohibiera la entrada al país de cualquier persona que profesara la religión musulmana, ni tampoco le retiraron el apoyo cuando se supo que aprovechaba cada hueco en la ley para evitar pagar impuestos, ni cuando descalificó groseramente a una Miss Universo.

Para entender la contradicción principal en el partido republicano recordemos que esa organización es, en esencia, una máquina diseñada para proporcionar al 1% más rico las condiciones para mantener la política económica que les ha dejado beneficios elevados después de deducidos los impuestos. Pero dada la dificultad de presentar claramente ese objetivo a los electores, el partido ha aprendido a sacar provecho de la hostilidad racial y los prejuicios religiosos sobre temas como la interrupción del embarazo y los matrimonios entre personas del mismo sexo, algo que lleva décadas alentando de forma no muy discreta con apoyos y beneficios gubernamentales a una diversidad de jerarcas eclesiásticos, convirtiéndolos en pilares políticos importantes de los candidatos republicanos.

No es que todos los republicanos destacados sean racistas; la mayoría de ellos probablemente no lo sea, aunque Trump sin duda lo es. Lo que pasa es que mientras procuran lograr sus objetivos económicos, han estado dispuestos a convertir a su partido en un refugio para el racismo y los prejuicios, con un gran número de votantes que cree que Obama es musulmán y que no nació en Estados Unidos, que sostienen el creacionismo y niegan la teoría de la evolución así como el calentamiento global y que, en consecuencia, consideran a Donald Trump como su verdadero campeón, llevándolo a ganar la principal candidatura. Es un hecho que la narrativa hiper conservadora de la élite republicana propició la emergencia de las fuerzas que han encumbrado a Trump, y que ahora los responsables no saben qué hacer con ese producto legítimo de su propia demagogia.

La verdad es que el liderazgo del partido republicano y muchos de sus candidatos que enfrentan campañas muy duras para su reelección ya temen que Trump sea un lastre que los lleve a perder a todos ellos en noviembre. Aunque la mayoría de los nuevos anti Trump presentan su decisión como un tema moral diciendo estar horrorizados porque tienen madres, esposas, hijas, la realidad es que los empuja ese problema político. Están convencidos de que mantener a Trump en la candidatura incrementa la probabilidad de perder. El problema para los republicanos es que las boletas ya están impresas y la gente ya empezó a votar en estados tan importantes como Florida o Carolina del Norte. El propio Barack Obama emitió el viernes por la mañana su voto en su centro electoral de Illinois, limitando con ello las opciones del partido. Lo cierto es que la dirigencia republicana está atada a Trump  pues tampoco lo pueden remplazar sin arriesgarse a alienar a los votantes convencidos del magnate y perder igualmente. La “bomba Trump” parece haber llegado al momento de su explosión.

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