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miércoles, 24 abril, 2024
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2018: ¿Otra alternancia pactada entre PRI y PAN?

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

En 1991 se celebraron las elecciones federales de diputados; era la mitad del sexenio de Carlos Salinas, quien después del fraude que lo llevó a la silla presidencial en 1988 había amarrado muchos cabos sueltos con la operación política de excelencia de personajes como Manuel Camacho Solís  que recuperó la Ciudad de México, y Diego Fernández de Ceballos que llevó hasta sus últimas consecuencias la idea de que ante la falta de legitimidad electoral, el ejercicio de las funciones presidenciales podría legitimar a Salinas, quién en ese momento estaba en la cúspide de su poder y había logrado contener, por las buenas y por las malas,  la emergencia del nuevo partido (PRD) que expresaba el gran movimiento político encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, reduciéndolo a una representación electoral de alrededor del 8 %. De manera que aquella LV Legislatura (1991-1994) estaba ampliamente dominada por la bancada del PRI, pero no obstante ello, en los asuntos fundamentales como la aprobación del decreto que ordenó la destrucción de las boletas electorales de la elección presidencial de 1988, y las primeras reformas neoliberales como la del artículo 27 constitucional en materia agraria, o la autorización para que México participara en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, siempre contó con un solícito PAN en cuya bancada participaron el propio Diego, a quien los diputados priistas llamaban el jefe por su cercanía con Carlos Salinas, y otros panistas destacados como Felipe Calderón Hinojosa. En la bancada del PRD me tocó ser compañero de Gilberto Rincón Gallardo, el líder magisterial histórico Othón Salazar, así como de Rosalbina Garavito Elías y Ricardo Valero quienes fungieron como coordinadores parlamentarios.

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En ese contexto, durante una reunión de trabajo de la mesa directiva de la cámara de diputados celebrada durante un receso de la sesión del pleno, el diputado Fernández de Ceballos me interpeló casi a gritos debido a que minutos antes, en un debate del pleno, un diputado del PRD había calificado a la bancada blanquiazul como panistas tricolores por las frecuentes votaciones unificadas PRI-PAN para aprobar las reformas neolberales salinistas. En el pleno Diego defendió sus acuerdos con el PRI señalando que expresaban la victoria cultural del PAN, y en la reunión de mesa directiva se dirigió a mi muy irritado diciendo que el fondo de su acuerdo con el PRI era que estaba en marcha el aterrizaje planeado del PRI para hacer posible la primera alternancia en la presidencia de la república, pero con el PAN. Enfatizó, ante la mirada seria de Fernando Ortiz Arana líder de la bancada priista: Mire diputado Cárdenas, lo ocurrido en 1988 fue un acontecimiento inesperado, sorprendente, que no se repetirá. Las coincidencias entre PRI-PAN son ahora tan sólidas que harán posible el traslado, uno a uno, de los hilos del poder entre nuestros partidos. En ese arreglo no cabe un triunfo de la izquierda. Con base en esa información fue que durante los debates postelectorales de 2006 concluí, y lo sostuve en tribuna y en documentos diversos, que el nuevo fraude llevado a cabo con la operación ilegal de Fox y Elba Esther Gordillo para imponer a Felipe Calderón, reconocida por el propio Vicente Fox y denunciada en sendos libros por el ex candidato priista Roberto Madrazo, era la prueba del nulo compromiso con la democracia que dominaba en los dos partidos neoliberales y que las izquierdas deberían actuar en consecuencia. A partir del 2006 quedó muy claro que México no estaba transitando a ninguna parte sino que se estaba hundiendo en corrupción e impunidad, inseguridad y violencia, conducido por ambos partidos neoliberales. Las múltiples maniobras ilegales realizadas por los poderes fácticos en 2012 para imponer a Peña Nieto, fueron una prueba más. El hecho es que lograron imponerlo en la presidencia pero no que hiciera un buen gobierno, y hoy es el presidente peor calificado por los mexicanos desde que se realizan encuestas para conocer la opinión de los mexicanos sobre sus gobernantes.

Los gobiernos de Calderón y Peña Nieto dieron continuidad a la fracasada política económica neoliberal iniciada en 1982 y han mantenido la “guerra” contra el crimen organizado iniciada por el panista para intentar subsanar su falta de legitimidad electoral, no obstante los más de 280,000 personas desplazadas por la violencia, alrededor de 150,000 personas asesinadas y una igualmente vergonzosa de victimas de desaparición forzosa, entre ellos los 43 normalistas de Ayotzinapa. Ante el evidente fracaso de la política económica de sus seis gobiernos sucesivos, desde 1982, y el repudio social sin precedente conquistado a pulso por Peña Nieto, todo indica que la élite del poder se aventurará a practicar una vez más la operación política que tan bien les funcionó en 2006 y en 2012, para lograr que su candidato mejor posicionado en la carrera por la presidencia de México en 2018 pueda imitar la famosa frase de Calderón en 2006: Haiga sido como haiga sido, soy el presidente. Y pueden lograrlo, a menos que los mexicanos seamos capaces de evitarlo con nuestra participación.

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