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jueves, 28 marzo, 2024
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La ecología y la cuestión de los límites 1/3

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Por: RICARDO BERMEO • admin-zenda • Admin •

El imaginario ecologista y ambientalista continúa difundiendo sus mensajes en sectores cada vez más amplios de la población a escala planetaria. Pero la elucidación sobre la crisis ecológica -y la cuestión de los límites-, que debería ser una tarea colectiva obligada, parece, por desgracia, avanzar con demasiada lentitud, ante ese cúmulo de -graves y urgentes- problemas, que enfrentamos.

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Un libro reciente (del 2014) de Alfredo César Dachary y Stella Maris Arnaiz Burne, titulado Ecologismo, nos ayuda a pensar críticamente los principales aspectos negativos de las insidiosas formas ideológicas del ecologismo.

Es… ¿La estrategia “fracasada” del capitalismo? Se preguntan en el subtítulo del libro. Su respuesta es una crítica fuerte –y lo suficientemente “robusta”-, al ecologismo/ambientalismo, al mostrarnos, histórica y lógicamente, su evolución hasta convertirse en una suerte de “nueva religión”. Útil, para llenar el vacío de los dos grandes relatos que han perdido ya su anterior “legitimidad”: la religión y la política.

Buena parte de las principales versiones del ecologismo, en lugar de permitirnos articular causalmente el deterioro ecológico al capitalismo global, vinculando la destrucción ambiental a la lógica de crecimiento ilimitado, [y a la serie de significaciones, -o valores- ligados a esa “expansión indefinida” capitalista; la acumulación por la acumulación, el consumo por el consumo, etc.], ocultan sus verdaderas causas. Con ello, desvían -perversamente- los esfuerzos de los sectores cada vez más amplios de la población global, que se preocupan por la evolución de está grave problemática, ya no se trata de cambiar al sistema mismo, ahora dirigen la crítica contra el Estado, reforzando así su desmantelamiento neoliberal, o acusan a los condenados de la tierra de ser los culpables, etc.

Entre las principales versiones del discurso “verde”, bajo la falsa bandera de “salvar al planeta, salvándonos -así- como humanidad”, se nos propone… reducir -drásticamente- la población mundial. O bien, delimitando grandes áreas naturales protegidas, para evitar que los “pobres” vivan en las mismas, en la medida en que sus estrategias de sobrevivencia destruyen la ecología, ignorando de esa forma, todas aquellas formas de protección del medio ambiente encabezadas por “los de abajo”, comunidades indígenas, vía campesina, etc., conocidas como el…   “ecologismo de los pobres” (Martínez Alier, J.).

Desenmascarando el tipo de funcionamiento ideológico del ecologismo/ambientalismo, señalan entre otros hechos lo siguiente: el modo en que para James Lovelock (autor de la teoría de Gaia) y Crispin Tickell, (uno de los creadores del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático), la población óptima del mundo estaría entre los 2,700 a los 5,100 millones de personas [recordemos que se estima que la población llegará a los 9,000 millones en las próximas 3 décadas]. Más “radical”, Paul Watson, cofundador de Greenpeace, y fundador de Sea Shepherd, considera que la población “es un virus que estaría matando al planeta”, y con esa justificación, propone que el número de personas -globalmente- debe bajar en 85%.

Dachary y Arnaiz, nos recuerdan, cómo, al mismo tiempo, algunas versiones [del mainstream] del ecologismo/ambientalismo, ocultan -sistemáticamente-, por ejemplo, que la población del llamado “Tercer mundo” representa el 77% del total de la población global, y sin embargo, vive solamente con el 17% del PIB del planeta. Mientras que, los países ricos, alojan solamente al 16% de la población mundial, pero se llevan el 77% del PIB del planeta. Tras esa brutal desigualdad, se encuentran el hambre, la miseria, mientras “mezquinamente nos plantean que los recursos de la tierra no alcanzan para todos”.

Estos datos, entre muchísimos otros, deberían permitirnos [re}establecer los nexos existentes entre la denominada deuda social y la deuda ecológica. Es decir, la forma en que el crecimiento de los países ricos, se ha realizado históricamente (y continua realizándose), a costa de la pobreza y de la destrucción de la biodiversidad, a escala planetaria.

Al mismo tiempo, en el capitalismo global coexisten otras tendencias, igualmente perversas, como la apropiación de grandes extensiones de tierra, por parte de los dueños de inmensas fortunas, y/o de las grandes corporaciones, que llevan, así, a cabo un nuevo “cercamiento” [enclousure] de los bienes públicos y/o comunes, privatizándolos, ya sea para su explotación neoextractivista -enclaves mineros, etc.,- o bien, para mantenerlos, como reservas naturales estratégicas, utilizándolas cuando se vayan agotando los recursos medioambientales.

De esta manera, gracias al estudio de ambos autores, problematizamos al ecologismo, revelando sus formas de funcionamiento, sus encubrimientos ideológicos. Junto con el modelo de desarrollo sustentable, que traducido en políticas públicas, sigue sin aportar soluciones concretas a los múltiples problemas que producen -y aceleran cada vez más- la grave crisis ecológica en curso.

Así, ecologismo y ambientalismo, generan una “falsa conciencia”, que ha terminado triunfado dentro del capitalismo global de varias maneras. Equivocadamente hemos asumido gran parte de sus principales presupuestos.

Pero… ¿Cómo salir del callejón sin salida de este tipo de ecologismo ? Volveré al tema.■

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