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jueves, 25 abril, 2024
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Editorial Gualdreño 261. Sobre las marchas y el estado laico

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Las marchas del pasado fin de semana, “en defensa de la familia”, me han dejado muy sorprendida a pesar de que ya sabía que ocurrirían. Primero porque la primera de ellas fue de cristianos, el viernes; la segunda, de católicos, el sábado. Eso fue lo primero que llamó mi atención, que estas dos fuerzas religiosas permanecieron desunidas, ni el fin que persiguen ambas pudo hacer que marcharan juntas -pese a que todos son “hijos del mismo Dios”-; es decir, son tan pero tan diferentes entre sí que no conciben marchar juntos, hacerlo tal vez hubiera dado la impresión de que son iguales y ninguno de los dos grupos quiere parecerse al otro: viva la diferencia.

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No fueron pocos quienes participaron en las dos manifestaciones; pero puedo afirmar que la de los católicos estuvo más nutrida –aunque más desangelada-. La segunda cosa que me sorprendió fue ver la energía y la convicción con la que hombres y mujeres de todas las edades gritaban consignas a favor de la “familia con diseño original” y de la “familia tradicional”. Muchos de ellos afirmaban que estaban ahí, en las calles, para contribuir a la “protección del matrimonio” y para exigir que algunos libros de texto gratuitos fueran eliminados “por su contenido nocivo”. Eso sí: todo en nombre de Dios. ¡Válgame!, pensé, bonita forma de escudarse en Dios, que si es cierto y todo lo ve, seguro ha visto por ahí en esa marcha a padres de familia desobligados y maltratadores, y a madres de familia que sumisas hasta lo más profundo de sus entrañas han elegido estar en un matrimonio que no las hace felices “porque es la cruz que les tocó cargar”. Cada quien es libre de estar en el lugar en el que desea estar.

Los que marcharon son libres de hacerlo, me refiero a los civiles; y aunque yo no coincida con su causa, aunque no considere que el matrimonio entre personas del mismo sexo sea una “abominación”, les reconozco el derecho de expresar lo que piensan; es decir, la libertad de expresión debe defenderse hasta las últimas consecuencias, porque es una de las pocas garantías que nos quedan en este país que a punto está de celebrar su Día de Independencia; por cierto, en medio de escándalos de corrupción, de plagio, de traición, de crisis económica, de inseguridad y de violencia.

Siguiendo con el tema de las marchas, una de las cosas que más me preocupa es la intervención clara del clero en los asuntos del Estado. El inciso e) del artículo 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice que los ministros de culto religioso “[…]Tampoco podrán en reunión pública, en actos de culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios”. Si bien las reformas realizadas en 1992 permiten las manifestaciones externas de culto religioso fuera de los templos, de ninguna manera está permitido que las instituciones religiosas contravengan las disposiciones legales. Y aquí hay que aclarar algo: el matrimonio entre personas del mismo sexo fue aprobado por la SCJN (ver la resolución de jurisprudencia 432015 del 12 de junio de 2015) y es una disposición del presidente de la república que el artículo cuarto constitucional se modifique para “reconocer como un derecho humano que las personas puedan contraer matrimonio, sin discriminación alguna”.[1] Aquí no debe haber discusión. Apelar a la defensa de la “familia con diseño original” es un contrasentido dado que los procesos culturales son dinámicos, nada es original actualmente (y qué bueno).

La marcha del sábado duró más de 20 minutos pasando frente al Portal de Rosales; no sé calcular cuántas personas desfilaron vestidas de blanco con un papel en las manos (del que leían frases como “Prefiero mamá y papá”, “Los niños queremos tener mamá y papá”). Sí, en la marcha había monjas, y aunque hace falta tener tantita madre para ser por lo menos respetuosos de las leyes, no es de ese tipo el que necesitamos para construir un país mejor. ¡Ay, si Juárez viviera..!

Que disfrute su lectura (y Viva México, cómo no).

 

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[1] http://scl.io/pz7TjNYH#gs.h65zWXQ

[Ilustración de Valeria Gallo. Texto de Alfonso Ochoa (del libro 'Esta familia que ves', México, Ediciones SM, 2013)] Esta familia que ves es la cosa más común, de no ser porque Saúl, que colecciona sombreros, cuelga cien en un perchero y mete cien al baúl. Fuera de eso, todo bien: Saúl es papá de Beca, que colecciona muñecas (aunque no pasen de cien) y que es muy afortunada, pues presume que también es hija de Gamaliel (que no colecciona nada).   “¿Dos papás?”, dice la gente con un ataque de tos, y Beca dice: “¿Perdón? Si somos inteligentes es una gran colección tener un par de papás: aunque tengas sólo dos, tienes más que los demás”.
[Ilustración de Valeria Gallo. Texto de Alfonso Ochoa (del libro ‘Esta familia que ves’, México, Ediciones SM, 2013)]
Esta familia que ves
es la cosa más común,
de no ser porque Saúl,
que colecciona sombreros,
cuelga cien en un perchero
y mete cien al baúl.
Fuera de eso, todo bien:
Saúl es papá de Beca,
que colecciona muñecas
(aunque no pasen de cien)
y que es muy afortunada,
pues presume que también
es hija de Gamaliel
(que no colecciona nada).
“¿Dos papás?”, dice la gente
con un ataque de tos,
y Beca dice: “¿Perdón?
Si somos inteligentes
es una gran colección
tener un par de papás:
aunque tengas sólo dos,
tienes más que los demás”.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-261

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