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jueves, 25 abril, 2024
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Entre clasistas te veas

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

A hora tocó a Nicolás Alvarado, hacerse cargo de sus desafortunadas expresiones con respecto a Juan Gabriel, y tener que dejar su cargo como director de TV UNAM por ellas.

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El asunto empezó con la muerte del cantautor, que por repentina y por tratarse de una persona tan querida, provocó que se le dedicaran homenajes televisivos y privados, programas de televisión y radio, y por supuesto, artículos de opinión.

Uno de los que habló del tema fue Nicolás Alvarado, quien escribe en el periódico Milenio, aunque es más conocido por su paso por el programa de televisión La Dichosa palabras, y por sus contribuciones en Televisa, particularmente en el programa de Carlos Loret de Mola.

Desde hacía siete meses, Alvarado era también director del canal de televisión de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo cual ya había provocado polémica por considerársele sin las credenciales necesarias para ese cargo.

El asunto estuvo pues, en una expresión de Alvarado en su artículo de Milenio, en la que decía que Juan Gabriel no le gustaba, pues le irritaban sus lentejuelas “no por jota, sino por nacas”, y en la que el autor se asumía abiertamente clasista.

Tan despectivas palabras le costaron el puesto.

Antes de esto, la conductora de radio Martha Debayle, también fue criticada en redes sociales por afirmar que sus programas, revistas y demás contenidos no eran para “gente jodida”, refiriéndose con eso, -a decir de la nicaragüense- a un estado mental de mediocridad, aunque fue interpretada en lo general como una frase despectiva a sector socioeconómico bajo.

Las frases de uno de y de otro hicieron salir la pus de una ampolla que venía formándose en torno a las figuras de ambos personajes, pues el aire esnob de los dos era ya reprobado desde antes. El primero por su abierta pedantería intelectual con la que hacía críticas culturales; la segunda por el  forzado acento en los constantes anglicismos que utiliza en sus artículos diversos de superación personal y desarrollo humano.

En el terreno local, hace unas semanas también fueron motivo de crítico la lamentable y reprobable publicación de una reina de belleza municipal en su cuenta privada de Facebook.

En aquella ocasión, por la cercanía, pude constatar como numerosas –que no todas- de las críticas que recibió quien fue bautizada como #Ladyfrancesa insultaban de igual o peor manera de cómo ella lo había hecho y basados en las mismas superficialidades. También pude constatar que muchas de ellas venían de personas que se consideran a sí mismas superiores, bien sea por escuchar a Pink Floyd y no saberse ninguna canción de Ricardo Arjona; por tener un título universitario, o por ser capaces de escribir unas cuantas líneas en Facebook sin faltas de ortografía.

Somos un país clasista, lo cual es una manera de ser racista. Todos los días, con ánimo de discriminar o sin él, con conciencia o sin ella, se escuchan frases como “ahora resulta que una de huaraches me viene a taconear”, o “la culpa no es del indio sino del que lo hace compadre”, y se enseña que quien estudia vale más que quien no lo hizo, que las personas de piel clara deben estar en puestos ejecutivos y los de piel oscura en los servicios de limpieza, pues es un asunto de “presencia”;  que quienes escucharon a tal grupo de música de banda son menos inteligentes que los que fueron a la orquesta sinfónica; que los temas de opinión pública son sólo para profesionistas de tal o cual sector, etcétera.

Mal haríamos en subestimar esto como sí sólo se tratara de palabras, pues éstas son la verbalización de una visión del mundo en la que creemos y que por tanto, rige nuestro actuar.

Preocupante resulta que todos tenemos una expresión clasista en la punta de la lengua, a punto de brotar; peor aún es la falta de conciencia de que esto es producto de una cultura que hemos dado por correcta y que alimentamos todos los días, y que, cuando intentamos combatir, nos limitamos a censurar al individuo que comunicó lo que muchos piensan en voz baja como si se tratara sólo del problema de una persona.

Es importante seguir desnudando el discurso discriminatorio, exhibirlo y denunciarlo, pero si no se logra transformar esto en un cambio de cultura y de concientización, se corre el riesgo de aumentar la diferencia solamente que asumiendo otro bando. ■

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