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jueves, 18 abril, 2024
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Contra viento y marea, las alternancias en el poder siguen ocurriendo

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

En 1998 ocurrió la primera alternancia partidista en el Poder Ejecutivo del estado de Zacatecas al ganar el PRD el cargo de gobernador a un PRI que sufrió una ruptura fundamental; en 2004 el PRD volvió a ganar, pero en 2007 perdió los principales municipios y la mayoría de la legislatura debido a que la coalición gobernante sufrió sus primeras rupturas, y 3 años después, en 2010, se produjo la segunda alternancia luego de que el PRD sufrió nuevas rupturas en 2009 y 2010. Según datos referidos en la Encuesta Nacional publicada en junio pasado por Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) sobre las elecciones de gobernador celebradas a partir de 2007, en ese año 20 gobernadores eran emanados del PRI, 7 del PAN y 4 del PRD. La jefatura de gobierno del Distrito Federal, ahora CDMX, la tenía el PRD. Nueve años después, como consecuencia de las 12 elecciones de gobernador celebradas en junio de 2016, a partir de la toma de posesión de los nuevos mandatarios el escenario será muy distinto. Serán 10 entidades gobernadas por el PAN o por coaliciones encabezadas por este partido; 4 estados tendrán gobernadores del PRD o de coaliciones encabezadas por él; mientras que el PRI gobernará 15 entidades; Chiapas seguirá gobernado por el Partido Verde, Nuevo León por un independiente y el jefe de gobierno de la CDMX sigue siendo del PRD. Lo más relevante, sin embargo, es la frecuencia creciente  de ocurrencia de las alternancias en las elecciones de gobernador. Desde ese año tomado como base por GCE, han habido 51 elecciones estatales, una de ellas repetida (Colima), y en 26 de ellas hubo alternancia. Durante los primeros cinco años del periodo (de 2007 a 2011) la frecuencia de alternancia fue de 44%, para los siguientes tres años (del 2012 al 2014) fue del orden de 50%, y para los dos últimos años (del 2015 al 2016) alcanzó 71%.  Si la tendencia se mantiene, y todo indica que así será, en el siguiente par de años (2017 y 2018) el porcentaje de alternancias pudiera ser aún mayor debido a la mala percepción de la sociedad sobre el desempeño de las fuerzas gobernantes.

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De acuerdo a distintos estudios demoscópicos levantados hace tres semanas, solo una cuarta parte de los mexicanos valora positivamente la labor del presidente Enrique Peña Nieto, y es muy probable que la criticada entrevista con Donald Trump haya disminuido aún más esa variable. Además, las encuestas  indican que se mantiene muy alto grado de insatisfacción con sus gobernantes, en especial por considerarlos igualmente corruptos. Así mismo muestran que alrededor de 80 % de los encuestados creen que México no va bien sino que  se mantiene estancado o retrocediendo. Y lo mismo ocurre con el rumbo de cada estado, pues solo en Puebla, Aguascalientes, Yucatán, Campeche, Guanajuato y Sonora la precepción de avance supera a la de estancado o retrocediendo. De acuerdo con GCE los datos son más reveladores cuando se analizan por separado las 12 entidades donde hubo elecciones en junio pasado; puesto que en las siete entidades que quedaron con los peores niveles de valoración social dentro del grupo, en cinco hubo alternancia (Veracruz, Oaxaca, Tamaulipas, Quintana Roo y Chihuahua); y en las dos restantes (Tlaxcala y Zacatecas) no se presentó la alternancia, presumiblemente, por incapacidad de la oposición para unirse y aprovechar el mal humor imperante.

Los datos anteriores indican sin lugar a dudas que los mexicanos han encontrado los caminos para derrotar a los partidos en el poder, y que sin importar que esas fuerzas cuenten con el favor de las autoridades electorales, y sigan utilizando los recursos públicos, de todo tipo, para apoyar a sus candidatos y evitar las alternancias, estas siguen ocurriendo con mayor frecuencia. Lo anterior significa que cometen un grave error los dirigentes políticos o comentaristas que buscan culpar a los electores de los triunfos del oficialismo, cuando es evidente, como en Zacatecas, que la causa principal de la continuidad del PRI fue la incapacidad opositora para unirse alrededor de una candidatura unitaria. La reflexión es oportuna ante el cercano final del litigio por el ayuntamiento de la capital; si le respetan a Morena su constancia de mayoría estaremos frente a una nueva alternancia, y si se impone la celebración de una nueva elección municipal la enseñanza es obvia: las fuerzas progresistas deben luchar por su unidad para aprovechar el voto de castigo que, sin lugar a dudas, emitieron los electores de la capital contra el equipo de gobierno encabezado por el propio gobernador en funciones. Es un razonamiento evidente en sí mismo, pero a estas alturas ya está claro que las cúpulas dirigentes de las izquierdas no toman sus decisiones electorales de cara a los electores sino en función de intereses particulares o de grupo. Eso cambiará solo que los electores estén muy atentos y premien con su voto a las fuerzas y candidatos que hagan más esfuerzos por la unidad.

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