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viernes, 29 marzo, 2024
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The Lobster o la condena a morir acompañado

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Por: Mar García • José Méndez • admin-zenda • Admin •

La Gualdra 258 / Cine

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El eco priva al grito, su libertad radica en lo que se omite (lo que esconde), se aguarda al silencio. Dice una palabra que: la continuidad desgarra cicatrices. Las huellas son pocas y la carne siglos. Sobre la sombra descansa un cuerpo que muda, talla con sus antenas palpitantes el caparazón que dará vida, sin previa elección, la estatua lo condena. Una langosta se hace la imagen atroz de la plenitud que se vacía, es la utopía que del abismo hace añicos los escombros, la inmundicia. Se dibuja el mar con la clara sustancia del crustáceo, su sangre purifica el agua, es tan suave su canto como la totalidad del viaje, sus ojos son el viajero, cómplice del bullicio luminoso, la langosta, tibia en su reclamo, exige un rincón y se repliega, una gravedad momentánea, no es sirena y no canta, no es espuma pero estriba en la arena, triste y sonrojada busca un rincón del mar para ser alguien, en el cielo encuentra la purificación de un mito, se tira a la orilla, se niega, es un sentimiento ciego que impide la huida, el eco.

Yorgos Lanthimos filmó en 2009, la película Dogtooth o Canino, la cinta recordaba consciente o inconscientemente a El Castillo de la Pureza (Ripstein, 1972), ¿Lanthimos habría visto el filme? Será otra historia. La trascendencia de Canino, viene ahora porque colocó a él y a su cine en el radar cinematográfico, en nuestro radar cinematográfico.

La atmósfera, los escenarios construidos por Lanthimos distan de la repetición y sin embargo, hay “algo”, la diatriba al estado social de su tiempo. Lo último visto del cine griego nos parece más bien perturbador, tal vez a The Lobster (2015) le infiere suavidad el idioma, el primer largometraje en inglés del director griego, rodado en el cielo templado de Dublín.

¿Por qué una langosta? La indeseada ficción recreada en The Lobster, la distopía de una sociedad en la que los solitarios no encajan en el funcionamiento ideal de la comunidad de parejas, llama a la característica a voces del crustáceo: la monogamia, porque lo importante no es mantenerse sino estar en pareja; no se reprime la infidelidad, sí la soledad.

Pero estamos frente a una distopía, en la que la ‘realidad’ se muestra imperfecta y uno de sus huecos lo representa el grupo (sí, el grupo) de solitarios, aquéllos que no encontraron o no quisieron encontrar pareja, aquellos que con probabilidad escaparon del final establecido, convertirse en un animal e ir a vagar fuera de los límites de la ciudad. Ante la única regla para continuar con la existencia humana dentro de ésta, los solitarios transitan conforme a otra para los disidentes: no emparejarse.

En ambos mundos, no estar en pareja o estarlo remite a la condena. Del actuar viene el prohibir y del prohibir viene el actuar, la censura sutil y agresiva atrae, justamente a hacer lo contrario. The lobster es condena para la vida en soledad o en pareja pero también es absolución para los que de otra forma no hubiesen encontrado una langosta.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-258

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