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martes, 23 abril, 2024
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El machismo en el deporte

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La fotografía emblemática de los Juegos Olímpicos 2016 parece ser la de dos jugadoras de voleibol de playa, una de Egipto y otra de Alemania, que disputan el balón en la red, cada una vestida a la usanza propia de su cultura.

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La alemana con un diminuto bikini que deja al descubierto su cuerpo atlético; la egipcia, con un hijab que la cubre desde la cabeza hasta el tobillo. Ambas, a su modo, viviendo el machismo de sus culturas.

En estos Juegos Olímpicos Río 2016, ha quedado de manifiesto que estamos muy lejos de dar por terminada la inequidad entre los géneros, según puede verse del trato que dan algunos medios de comunicación y el público general a las deportistas.

El caso más sonado para México es el de Alexa Moreno, gimnasta de Baja California que obtuvo el lugar número 31 en gimnasia artística, y el número 12 en salto de caballo, pero que lejos de ser apoyada, obtuvo fuertes críticas por su constitución física.

Muchos consideraron que su 1.50 metros de estatura y su peso de 47 kilos fueron obstáculos para un mejor desempeño en la justa olímpica, por lo que se hicieron memes y burlas en su contra. A todo ello hubo en respuesta una oleada de apoyo que destacaba la estética de sus movimientos gimnásticos, y también que resaltaba que su capacidad estaba probada desde el momento en que ganó su boleto para participar en los juegos olímpicos.

Pese a su capacidad y talento, Alexa vivió críticas respecto a su apariencia física que difícilmente podrían haberse hecho a un hombre de su condición.

Un caso distinto, es el de la medalla de bronce en tiro que ganó la estadounidense Cory Cogdell, lo cual fue publicado por el Chicago Tribune como si ella se tratara de un apéndice de su marido, el jugador de los Osos de Chicago Mitch Unrein. El título decía: “Esposa de jugador de los Osos de Chicago gana medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Río”.

En sus terceros juegos olímpicos y luego de 15 años de participar en competencias de alto rendimiento, su nexo marital de hace dos años fue el elemento que el periódico decidió resaltar para atraer la atención de los lectores.

Alguien respondió en tuiter al medio de comunicación con el titular corregido de la siguiente manera: “En otras noticias parece que esposo de medallista olímpico Corey Cogdell no puede  ganar un Super Bowl”.

Algo similar le pasó a la nadadora húngara Katinka Hosszu, quien rompió un record mundial en los juegos olímpicos de Río 2016. La NBC grabó este momento y el festejo efusivo de Shane, su marido, quien es además su entrenador. El comentarista Dan Hicks acompañó la escena diciendo “aquí está el hombre responsable” otorgándole el crédito al entrenador, cosa que no vemos por ejemplo cuando se habla de las hazañas de Michael Phelps.

Finalmente, la clavadista brasileña Ingrid de Oliveira y el remero Pedro Gonçalves protagonizan parte de las notas más sonadas de los juegos, debido a que se asume que el bajo rendimiento deportivo que De Oliveira presentó se debió a que pasó la noche anterior en actividad sexual con su compatriota.

Ingrid tuvo que disculparse, y recibió una sanción del Comité Olímpico de Brasil; Pedro declaró que de su vida privada no habla, y que está contento con sus resultados, pese a no haber obtenido medalla.

A todo esto habrá que sumar que en buena parte de la cobertura noticiosa respecto a las deportistas se centra en su edad, estado civil y apariencia, por encima de su rendimiento.

Lo mismo viven las mujeres que comentan, narran reportean o analizan temas deportivos, particularmente en la televisión, pues parece ser requisito indispensable una apariencia atractiva para sentarse entre hombres de “malos bigotes” a hablar de deporte.

En otras competencias, como los mundiales de futbol tienen que pasar además por pruebas de verificación de sexo, pues de acuerdo a las reglas de Asociación Internacional de Federaciones de Futbol (FIFA, por sus siglas en francés) toda competidora debe someterse a esta prueba si se juzga que hay “cualquier anomalía de las características sexuales secundarias”; es decir, si a juzgar por los contrincantes, o por las autoridades, características físicas como como pechos, caderas vello corporal o musculatura dan la impresión de que la jugadora en cuestión sea en realidad un hombre. A estas pruebas fue sometida entre otras, la corredora Ana Gabriela Guevara.

El camino en este tema, como en los otros muchos temas de inequidad de género es largo y sinuoso. Pero se muestra un avance en tanto que ya se habla de ello, y son a veces los ciudadanos de a pie, los que evidencian a los medios. ■

 

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