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jueves, 25 abril, 2024
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Pertenecer a la policía, vocación y sustento de una madre con 5 hijos

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Por: La Jornada •

Ciudad de México. Isabel tiene un trabajo en el que los insultos y golpes en su contra son comunes, en el que tiene que usar su cuerpo como barrera y es vista como el enemigo a vencer. Sin embargo, tras 29 años de hacerlo, dice que lo volvería a escoger.

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La mujer de 51 años, que todos los días se levanta a las 4 de la mañana para llegar a trabajar a las 7:00 al Agrupamiento Femenil de Granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública local usa un uniforme que pesa más de 14 kilos para resguardar la seguridad del otro, impedir el bloqueo de vialidades o contener manifestantes.

Parece un trabajo que pocos querrían, pero para ella, no sólo ha sido el sustento de sus cinco hijos, sino una vocación que heredó a cuatro de ellos que hoy trabajan en la misma corporación.

Isabel Buendía Ávila tenía 22 años cuando le dieron un tríptico mientras paseaba en el bosque de Chapultepec. El folleto en el que solicitaban uniformados para la policía le cambió la vida. Ella era ama de casa y tenía ya dos hijas de 7 y 6 y un pequeño de 2 años.

La preparación física de la Academia de Policía casi la dobló, pero su mayor sacrificio fue ver a sus hijos sólo los fines de semana durante los ocho meses que duró internada para su preparación.

Esto cambió cuando obtuvo un turno como uniformada. Pasó de la vigilancia de zonas escolares y parques en cuatrimoto a distintos sectores policiacos de la ciudad.

“Estaba en servicio afuera de la estación Barranca del Muerto, cuando salió una joven de 15 o 16 años. La seguía un fulano y ella nos gritó que la había abusado sexualmente. Corrí y me tiré encima de él. Como pude lo sometí hasta que llegaron mis compañeros. No sé qué me pasó, de dónde agarré fuerza. No pasó por mi cabeza tener miedo”, cuenta al recordar sus servicios en la ciudad.

Ahora y desde hace cinco años regresó a portar un traje antimotines como granadera en el grupo ‘Atenea’, donde usa unas espinilleras de 2 kilos 800 y un casco con este mismo peso. El escudo que lleva por delante pesa 6 kilos y el chaleco antibalas la mitad.

Ella, junto con sus más de 500 compañeras, conforman la primera línea de contacto frente a los manifestantes. Un contacto que busca, explica, evitar la confrontación y abrir el diálogo aunque no siempre termine así.

“Una vez estaba en un desalojo en el Peñón de los Baños y un compañero cayó herido junto a mi por un petardo que nos aventaron. Tenía la pierna sangrando y se fue deslizando sobre mi cuerpo hasta que lo agarré”.

Isabel dice que como granadera se puede poner en el lugar del otro, el que está atrás de su escudo, entender su causa “lo que no entiendo es cuando tienen como propósito herir a las personas, a los policías. Se ponen agresivos y aún así toca aguantar” lamenta.

Isabel no ha sido herida de gravedad, “sólo patadas y golpes” pero los insultos van desde “ojalá se mueran mis hijos” hasta “india” e “ignorante”.

Ellos no saben, dice, que con este trabajo calcé, vestí y mandé a mis cinco hijos a la escuela. Isabel incluso lavo ropa con un familiar para completar. “No se vestían bien, porque no podía pero con mi caja de ahorro que podía sacar cada año, les compraba la mochila, zapatos y ropa”

Ahora ve a sus hijos uniformados y a veces siente miedo y alegría y orgullo a la vez. “Veo mi carrera policial como una batalla que yo digo que gané”.

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