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martes, 23 abril, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Lo que vale y no la pena (1 de 2)

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Entre las ventajas que brindan las tecnologías digitales a sus usuarios, además de la rápida comunicación (independientemente de la distancia), es la de acceder a información, datos, propuestas, materiales, etcétera, que hasta ese momento eran prácticamente desconocidos, pero que, no obstante, suelen resultar bastante útiles o, por qué no, inútiles.

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En casi todos los ámbitos de la vida, y en los medios rurales y urbanos, incluidos o marginados, las tecnologías digitales han adquirido una presencia prácticamente ubicua. Hoy resultaría difícil imaginar a una persona sin teléfono celular, y en el caso de los más jóvenes, sin perfil en una o varias redes sociales.

El arte en general y la música en particular también forman parte de esta dinámica. Quienes estén interesados por alguna corriente únicamente tienen que teclear el nombre de lo que buscan y dar un click en el buscador, para desplegar un vasto panorama sobre lo que desean encontrar, y de pasada, descubrir otras tendencias afines o contrarias, lo que permite a los buscadores estar mejor informados.

Todos los usuarios frecuentes de las tecnologías digitales acuden, invariablemente, a este nuevo método de búsqueda, que, si bien para un trabajo más serio y riguroso está muy lejos de ser fundamental, sí facilita sobremanera y hace eficientes los procesos de investigación, brindando sugerencias que nutrirán y enriquecerán un determinado proyecto. Sin embargo, en el mundo de las tecnologías digitales, también abunda lo innecesario, lo absurdo, lo trivial, lo fatuo, lo estólido y lo insulso.

Se señaló líneas arriba que gracias a estas tecnologías, en la actualidad es posible conocer novedosas (que no nuevas) propuestas en el medio musical, y específicamente en el del rock, es grato percatarse de que lo que desde hace décadas se conoce como underground, hoy está más vigente que nunca, quizá no como se presentaba en un principio, ya que a los escenarios tradicionales se le han sumado los virtuales, pero sí con la misma intensidad o aun mayor.

A los interesados no les representa mayor dificultad acceder a un portal de Internet (que abundan) en el que se presentan y ofrecen alternativas musicales de géneros y estilos muy específicos. Estos se presentarán, como se dice hoy, en streaming, y procederán de los sitios más sorprendentes, de allí que no deberá sorprender al respetable lector encontrar la banda de su vecino en una página de Internet polaca, por ejemplo.

Lo anterior, a todas luces, resulta positivo; lo tedioso viene cuando el navegante comienza a escuchar las sugerencias que le ofrece la página o portal de su preferencia, y se percata de que las propuestas que realmente valen la pena son en realidad muy pocas, realmente escasas. Estos comentarios podrían sonar muy subjetivos, porque, como en todo, lo que a unos les gusta a otros les disgusta, sin embargo, aplica desde cualquier óptica.

Se mencionó la palabra tedioso porque, si bien un navegante podría salir de la página en cuanto ésta le desagrade o le aburra, el individuo al que se refiere este texto preferirá permanecer en ella, ya que, de antemano, estará consciente de que abundan los proyectos intrascendentes y aquellos que no exigen ni merecen mayor atención, pero también sabe que entre ese cúmulo de ofrecimientos, se encontrará uno que otro tesoro invaluable.

Si el apreciable lector lo permite, el tema continuará en una próxima subjetivación.

 

Post data: No deja de llamar la atención el poco alentador panorama que, en el ámbito internacional, se vislumbra para México, especialmente con el vecino país del norte, donde se vive un proceso electoral que ha tenido como uno de sus temas centrales a este país, y cuyos candidatos han manejado una retórica en sus discursos que, aunque no es nueva, tampoco deja de ser amenazante.

Por un lado, vemos a un Donald Trump que ha expresado contundentemente su intolerancia y racismo, especialmente hacia los mexicanos, a quienes hace culpables de todos los males que aquejan a su país, y contra los musulmanes, a los que ve como una amenaza terrorista, por el simple hecho de profesar la religión que les parece correcta.

Independientemente del escenario que se le presente después de las elecciones al magnate, el daño será profundo e irreversible, ya que su voz alentó los sentimientos xenófobos de un importante sector de la sociedad estadunidense, el cual, de verse triunfador, se sentirá fortalecido, pero de saberse perdedor, alimentará su coraje.

Por otro lado, tenemos a una candidata que ha demostrado en reiteradas ocasiones tener tendencias antipopulares, pero que es políticamente correcta. Para algunos conocedores del contexto internacional, como el periodista John M. Ackerman, Clinton no sería una continuista del proyecto de Obama, sino que resultaría, lamentablemente, peor (http://www.jornada.unam.mx/2016/08/01/opinion/019a2pol), y los escándalos en los que se ha visto involucrada la ex primera dama y ex secretaria de Estado, así lo dejan suponer.

Lo que resulta preocupante en ambos casos, entre otras cuestiones, es la retórica utilizada en sus discursos, que dejan ver sus intenciones totalitarias. Trump señala: Make America Great Again! (¡Hagamos a América grande otra vez!) mientras que Clinton dice: “El siglo XXI será el siglo de América” (Ibidem, Ackerman).

Los dos candidatos utilizan para designar a su país la palabra América, que propiamente se refiere a un continente conformado por diversos países, todos ellos con su propia soberanía y culturas particulares, y la utilización en ese sentido, aunque no es reciente, hay que decirlo, tampoco es ingenua, ni inocente.

Lo anterior no debería resultar extraño en un país como México, en el que los discursos oficiales sobre educación omiten la palabra “pública”, omisión que provoca el mismo tipo de sospechas. En todo caso, lo que se avizora para los compatriotas resulta poco alentador. Vivimos junto a un país que, si bien sigue siendo considerado como la primera potencia económica del mundo, no deja de tener sus problemas y de evidenciar cada vez más sus vicios, vicios que, hay que decirlo, todavía hace algunos años eran considerados casi exclusivos y hasta genéticos en los mexicanos.

No obstante, tampoco se debe ser catastrofista, ya que México cuenta con otras posibilidades y fortalezas que, si bien no ayudarán al país a salir del atolladero en lo inmediato e incluso en lo mediato, sí permitirán re-dignificar lo que en su momento fue llamado el Ser Mexicano, pero de eso se hablará en la próxima entrega.

 

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