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jueves, 25 abril, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Tolerancia o intolerancia

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Las nuevas tecnologías han cambiado muchos hábitos sociales, de hecho, la misma cultura se ha visto trastocada, lo que para algunos pensadores representa su verdadero propósito: la homogenización cultural y la desaparición de las diferencias, en favor de una (aparente) identidad globalizada.

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Lo que fundamentalmente debería ser una herramienta para facilitarles la vida a las personas, ha venido también a cambiar sus formas de comunicarse y relacionarse, incluso el mismo humor se ha transformado gracias a los avances tecnológicos, y no está por demás decir que todo ello conlleva una serie de trampas en las que es fácil caer.

Palabras como chat, emóticon, face, tweet, post y un cada vez más largo etcétera han transformado en muchos de los casos su significado original y se han vuelto de uso cotidiano; es difícil decir, a estas alturas, si el lenguaje se ha enriquecido o si vive una especie de degradación, de cualquier manera, en este sentido, el debate está abierto desde hace ya varios años.

Una palabra de esta serie de vocablos ha adquirido especial énfasis, es la denominada meme, que se refiere a una imagen generalmente acompañada por una frase breve, utilizada en forma de analogía y con un tono humorístico o sarcástico.

En las redes abundan los memes, algunos son realmente geniales, otros no tanto, pero también los hay que, disfrazados de ese humor mencionado líneas arriba, dejan ver algunos vicios sociales como el racismo o la intolerancia, algo difícil de concebir, sobre todo en una sociedad como la mexicana, que fue producto de un mestizaje, es decir, de una fusión de razas y culturas, y que, por tal motivo, ha sido señalada en diversos momentos de la historia, sin ir más lejos, en la actualidad, por el polémico candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, el magnate Donald Trump.

El tema surgió al ver los comentarios burlescos que un grupo de usuarios de la red social más popular del planeta dirigía a una joven morena ataviada al estilo black metal, como si esa expresión fuera exclusiva únicamente para los europeos nórdicos.

En un principio la imagen puede resultar graciosa, pero al siguiente momento invita a reflexionar sobre el racismo que lleva implícito y que, hay que insistir, genera serios problemas en diversas partes del mundo. Otras bromas en ese sentido van dirigidas a quienes tienen gustos o preferencias diferentes, lo que refleja la intolerancia de quienes las promueven.

Es cierto que resulta imposible estar de acuerdo con todo, y que cada quien tiene sus gustos particulares, así como sus fobias, pero estos deberían ser respetados en la medida en la que no afecten a terceros. Un ejercicio interesante sería recordar por cuántas décadas el rock, con todos sus subgéneros y estilos, estuvo marginado, y cómo, de facto, se estigmatizó e incluso condenó socialmente a quienes manifestaban su gusto por ese género musical.

Aunque sea frecuente, es importante no convertirse en lo que anteriormente se combatió con tanta pasión. Vale recordar que algunas cualidades del rock son el amor, la paz, la apertura a la otredad y, por consiguiente, la tolerancia. Ante lo que desagrade, no hay mejor reacción que argumentar respetuosamente.

Post data: Aunado al torbellino tecnológico que inunda la vida de los individuos en las sociedades contemporáneas, han surgido nuevos sistemas organizativos que pretenden —desde una óptica tecnocrática— calificar los resultados laborales con el propósito de evitar duplicidades y optimizar tiempo y, principalmente, dinero. Estos métodos sostienen que todo lo que realiza una institución, además de responder en muchos de los casos a las leyes de la oferta y la demanda, es totalmente cuantificable.

Lo anterior ha llevado a muchos centros sociales (tanto laborales como educativos) a incluir nuevos conceptos; palabras como metas, plazos, objetivos, créditos, competencias, acciones, resultados, entre otras varias, se han vuelto comunes desde las áreas administrativas y en ellas se resume, según sus defensores, todo lo que se debe saber respecto a un espacio laboral sujeto a recibir presupuesto.

Las medidas, además de miopes, parecen ser tendenciosas. La idea, desde el punto de vista de quien esto escribe, es eliminar todo aquello que no responda a los intereses de los poderes fácticos que mueven los hilos en las sociedades que han adoptado el sistema neoliberal.

Si no, sería conveniente preguntarle a alguno de los defensores de este sistema, en el caso de un centro cuyo fundamento es la investigación, ¿cómo mediría dicho proceso? ¿De qué manera cuantificaría la lectura de un libro para nutrir un determinado proyecto? ¿Cuál sería el valor de medición para la consulta a un acervo o a un archivo histórico? ¿Qué concepto cuantitativo aplicaría para la redacción del capítulo en una futura publicación? Es importante recordar que la conclusión de un proyecto de investigación o de una obra artística puede llevar semanas o años, y eso nunca se sabe.

¿Cuáles valores se emplearían para medir un proceso cultural, por ejemplo la promoción de la lectura? ¿Se puede hacer una tabla estadística para saber de qué manera impactó en los asistentes una actividad de esa naturaleza? ¿La lectura de una ponencia se debe medir por los días que el presentador se tardó en redactarla, por los libros que tuvo que consultar, por los asistentes a la conferencia o por el simple evento en sí? Entre muchas otras cuestiones. Sería conveniente hacer esas preguntas a un tecnócrata, como se señaló anteriormente, pero resultaría por demás interesante, escuchar sus respuestas.

Se debe tener en cuenta que este sistema no es el mejor y está muy lejos de serlo. No se puede ni se debe valorar a todos los ámbitos de la sociedad en función a los intereses económicos y de mercado. Valdría la pena ver las consecuencias que se han manifestado en otros países del mundo, como el Brexit en Gran Bretaña, cuna del propio sistema neoliberal, en donde mismo Jürgen Habermas reconoce que el populismo fue el que derrotó al capitalismo (http://www.laizquierdadiario.com/Jurgen-Habermas-Jamas-pense-que-el-populismo-pudiera-derrotar-al-capitalismo-en-su-pais-de-origen)  y recuerda que el “Estado de bienestar y la democracia tienen un nexo interno que no puede ser garantizado en la mera unión monetaria…”

Es cierto que existen labores susceptibles de ser medibles y cuantificables, son las que el neoliberalismo considera y pretende hacer ver como útiles y productivas, pero existen otras que escapan a la cuantificación y cuya naturaleza es totalmente diferente, y responde a otros factores como la calidad o la trascendencia (¿cómo se mediría la trascendencia, por ejemplo?). Da la impresión, y ya se ha demostrado en varias ocasiones, de que aquello que no responda a los intereses del sistema está condenado a desaparecer, y eso le toca, de entrada, al arte, la cultura y las humanidades. ¿O no, estimado lector?

Φ

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