La Gualdra 255 / Río de palabras
Voy a expulsar de una vez a todos los demonios. Los mandaré directito a la chingada. Ahí que se la arreglen solos. Ya estuvo bueno de andar alimentándolos, apapachándolos y haciéndolos crecer; nada más para que con más ganas acaben por joderme la vida. Es más, hasta me voy olvidar de cada uno de ellos; ya para que no me anden dando lata ni comiéndome el cerebro ni sembrándome la maceta de dudas e incertidumbres: que si porque no hice esto o que si porque hice lo otro, que si dejé de hablarle a fulano, que si porque le sigo hablando a zutano. Yo sé que la culpa es mía, nunca debí hacerles caso. Pero ya saben que uno es de corazón débil y le gusta andar de Martita la piadosa, ayudando a éste o a aquélla; mientras los demonios andan dando sus ideas, de consejeros; así como en las películas o en las caricaturas, en una y otra oreja, marcando su santa voluntad en cada momento. Y yo como títere, como zombie de esos africanos: que muévete a la derecha, pues me muevo; que muévete a la izquierda pues también me movía. Que sube la pierna, baja la mano, míralo a los ojos, hazle gestos, acércate, besa, abraza, ama… ahí iba yo sin chistar, sin reparar en nada. Pero ya no, me voy a bañar con agua bendita, cargaré mi medalla de San Benito y mi estampita de San Ignacio; para que ya no se me acerquen, para que huyan desesperados; sintiendo que se queman, que les arden las patas, las manos, el cuello. Los voy a expulsar para siempre, malditos demonios. Ahí cuando quiera portarme mal, pues ya veré otra vez si les llamo.
https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-255
