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viernes, 19 abril, 2024
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Editorial gualdreño / La Gualdra 253

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN • admin-zenda • Admin •

Editorial gualdreño / La Gualdra 253

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En días pasados escuché a un periodista decir en la radio que –palabras más, palabras menos- las exigencias de la ciudadanía realizadas a través de plataformas digitales –como change.org- eran una pérdida de tiempo y que salir a las calles a exigir o a protestar también resultaba inútil, dado que los representantes ciudadanos se elegían en cada periodo electoral y que ellos son los únicos que pueden tomar decisiones una vez electos. Después de eso, escuché el discurso de Osorio Chong diciendo: “Se agotó el tiempo”, una frase dirigida al magisterio oaxaqueño y a todos aquéllos que les apoyan en estos momentos; el secretario dice que ha buscado entablar un diálogo, “No obstante, no ha habido respuesta y se ha seguido afectado a la sociedad; se ha puesto a los ciudadanos en medio de este conflicto lastimándoles y lesionándoles. Se ha agotado el tiempo”, dijo nuevamente; es decir, sobre aviso no hay engaño: empleará la fuerza pública para reprimir a quienes se han atrevido a manifestar su desacuerdo con las reformas impuestas.

La cultura está conformada por una serie de prácticas humanas, de tradiciones –muchas de ellas inventadas-, costumbres que se repiten a lo largo del tiempo; de esta forma podemos hablar de cultura de paz y de cultura de la participación ciudadana, que en nuestro país ha ido creciendo en los últimos años afortunadamente. Las manifestaciones, las peticiones, las protestas, las exigencias de la ciudadanía son legítimas y sirven de mucho, sobre todo cuando nuestros representantes no cumplen con lo que les fue encomendado cuando fueron elegidos en las urnas. Decir que sólo porque ya tenemos representantes –hayamos votado por ellos o no- debemos permanecer callados, indiferentes y apáticos ante lo que sucede en nuestro entorno, es una aberración; nos están pidiendo que callemos o nos castigarán.

Lo anterior es tan absurdo como pedirnos que tomemos la sopa en un restaurante sólo porque ya la pagamos, aunque ésta traiga una mosca o un gusano. Imaginemos la escena: usted paga la sopa, se la sirven y ve después de darle tres cucharadas que hay un insecto; llama al mesero, le dice que esa sopa es incomestible, que se la cambie o le regrese su dinero; acto seguido, regresa el mesero con un guarura y le exige que se la coma -aunque perjudique su salud- porque está obligado a hacerlo dado que ya la pagó, y además, para que no se queje, mete los dedos sucios y extrae el animalejo: ahora sí, cómase la sopa. Sé que la comparación es absurda, pero algo similar quieren imponernos. Yo no me comería la sopa, se lo aseguro; y si usted me dice que tampoco lo haría, yo lo apoyo.

En este número gualdreño, Ester Cárdenas nos habla de la larga cadena de trámites y desencuentros que la Asociación de Libreros de Zacatecas ha tenido con las autoridades municipales de las últimas administraciones para instalar sus ferias del libro. Yo le puedo hablar también del grave problema que los habitantes del centro histórico hemos tenido en las dos últimas administraciones municipales con respecto a la proliferación de establecimientos que expenden alcohol y que han hecho de nuestro espacio habitacional un lugar en el que no se puede vivir tranquilo: el ruido inicia a las 12 del día y termina en algunos lugares a las 2 de la mañana, en otros hasta las 4. Los habitantes del centro nos organizamos, hablamos con las autoridades tratando de llegar a un acuerdo: lo único que pedimos es que se respeten los reglamentos, que estos establecimientos no rebasen los decibeles permitidos, que cierren a tiempo, y que el ayuntamiento proporcione vigilancia permanente. Los acuerdos a los que hemos llegado en los diálogos que hemos tenido con el municipio no se han cumplido. Algo ha sucedido en los últimos años en la ciudad de Zacatecas, se ha perdido el rumbo; tal parece que no se ha valorado del todo que esta ciudad es un espacio con un patrimonio cultural tangible e intangible que lo hace único.

Las manifestaciones, las peticiones, las protestas, las exigencias de la ciudadanía son legítimas y sirven de mucho; la prueba está en que en las pasadas elecciones municipales los votantes eligieron el cambio. No callaron, hicieron valer su voz. La próxima administración municipal tiene un reto muy grande: cumplir con las muchas expectativas de los zacatecanos. Confío en que verdaderamente se devuelvan el esplendor y la tranquilidad a nuestra ciudad.

Que disfrute su lectura.

Carlos Alberto Sánchez. El viento de la noche. Mixta sobre tela. 55 x 80 cm. El artista plástico Carlos Alberto Sánchez nació el 20 de septiembre de 1970 en Guadalajara, Jalisco, pero vive en la ciudad de Fresnillo, Zac., desde la edad de 4 años. Recientemente inauguró su exposición Asfáltica en el Museo Francisco Goitia; una muestra integrada por 42 piezas trabajadas con técnica mixta. Es fundador y director del Taller Goitia Gráfica, ubicado en el Museo del Ágora José González Echeverría. En páginas centrales, en la sección El taller, el estudio, el espacio del artista, Carlos Alberto nos habla de su vida y nos comparte una muestra de su trabajo.
Carlos Alberto Sánchez. El viento de la noche. Mixta sobre tela. 55 x 80 cm.
El artista plástico Carlos Alberto Sánchez nació el 20 de septiembre de 1970 en Guadalajara, Jalisco, pero vive en la ciudad de Fresnillo, Zac., desde la edad de 4 años. Recientemente inauguró su exposición Asfáltica en el Museo Francisco Goitia; una muestra integrada por 42 piezas trabajadas con técnica mixta. Es fundador y director del Taller Goitia Gráfica, ubicado en el Museo del Ágora José González Echeverría. En páginas centrales, en la sección El taller, el estudio, el espacio del artista, Carlos Alberto nos habla de su vida y nos comparte una muestra de su trabajo.

 

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