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sábado, 20 abril, 2024
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Piedra de Sol. Exposición colectiva de escultura en el Museo Zacatecano

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Por: Nelson Guzmán Robledo • admin-zenda • Admin •

La Gualdra 252 / Arte / Exposiciones

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La piedra es también un lento flujo, una metamorfosis de polvo o magma, que en sus entrañas la tierra incuba para darla a luz ante el ojo solar que la desnuda. En ella se han inscrito en círculos y rumbos cardinales las formas que urden la cabellera del tiempo. Si el efímero desliz de la arena en el reloj marca las horas, los minutos o segundos, las cifras de la piedra acuñan siglos, eras enteras que escuchan clamores de humanos que nacen siendo ecos y recuerdos marchitos.

Guardo en mi bolsillo un fragmento de una piedra que alguna vez moró en el interior de columnas antiguas y que una bala de cañón otomano expuso a la luz para que, ya sin valor, como mero escombro diminuto, o souvenir gratuito, yaciera en mi bolsillo. Contrabando inofensivo, tan pequeño que no podría servir para dilapidar con culpa exonerada al criminal anónimo, sino a lo sumo para el infantil placer de formar ondas concéntricas en un estanque. Esa piedra ya era íntegra cuando Fidias la esculpió a iniciativa de Pericles, cuando escondida en el interior del muro frente al que Sócrates, acusado por Meleto, dialogaba con Eutifrón sobre dioses y piedad, cuando paseándose por el ágora ateniense, Diógenes el perro se mofaba de la estupidez inherente a los humanos. Todos ellos, tan solo ecos deshilvanados como el pliegue de un tejido raído por la negligencia del tiempo. Y mientras tanto, la piedra sigue intacta.

Fría eternidad de lo inorgánico, rigidez mortuoria sedimentada en el último gesto de agonía. La piedra es un antepasado de costumbres ajenas: no suele respirar, pero vive y posee nervaduras, como la piel desnuda asechada por los mares del deseo. En ella habitan ecos inmemoriales, voces policromas que la esculpen hasta encontrar el punto culminante, el roce exacto donde el deseo pule la desnudez en que los tigres abrevan sueño. Voces que insinúan la fragmentación inherente al mundo, las múltiples alcobas donde vibran los amantes, testigos del coito culpable manchado por cenizas extintas.

En cada piedra habita el universo, paseo lunar por la que dibujan su travesía las edades y el perpetuo errar de los humanos. Mejor el crimen: la agonía en la que dos combaten en mutuo suicidio, mezclan sus aguas y dan un nuevo inicio al tiempo. Quizás sólo hemos nacido para contemplar el mayor error de nuestras vidas, ese instante irrepetible en el que se agolpa el tiempo, como la sangre coagulada de la arteria.

Como el fuego ardoroso de los labios que se besan, quien la esculpe extrae el flujo inmóvil de la Piedra del Sol, calendario y poema que cierran su círculo trazando una cosmogonía plena de deseo, crimen e inocencia.

Y las múltiples piezas que en esta sala arrancan al silencio marmóreo sus múltiples voces, son también, como el poema o la memoria ancestral de la piedra, una cosmogonía acuñada en los equívocos rostros del deseo, rostros y formas dibujados por líneas que extraen de la eterna pesadez del tiempo eterno, la ligereza de la desnudez, la línea volátil y el efímero aliento de todo lo que vive.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/252

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