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viernes, 19 abril, 2024
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Academia y legitimidad

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO • admin-zenda • Admin •

En el libro “Los hijos de los dioses. El grupo filosófico Hiperión y la filosofía de lo mexicano” de Ana Santos Ruiz  (Bonilla y Ortigas editores, 2015) la autora argumenta que la filosofía de lo mexicano, promovida por Leopoldo Zea, Luis Villoro, Emilio Uranga, Joaquín Sánchez Macgrégor, entre otros, y cuya pregunta fundamental era acerca del “ser” del mexicano, funcionó como soporte ideológico de la “doctrina de la mexicanidad” del presidente Miguel Alemán Valdés que promovía la extinción de la lucha de clases, la armonía entre los factores de la producción, el anticomunismo, el nacionalismo y; contrario a los días que corren, la autosuficiencia del país en todos los aspectos –incluido el técnico-científico-. El libro documenta el funcionamiento de las redes intelectuales y políticas que permiten el ascenso y la hegemonía de grupos de académicos que, con el tiempo, se vuelven enormemente influyentes tanto en la construcción de políticas gubernamentales como dentro de su esfera natural de influencia, que son las universidades. También indica la manera en que esas redes sancionan a sus disidentes poniendo los ejemplos de Emilio Uranga y Joaquín Sánchez Macgrégor, quienes debido a las críticas que lanzaron contra los postulados de la filosofía de lo mexicano o contra lo que consideraban el “credo básico” de José Gaos –su ilustre mentor y promotor- fueron condenados al ostracismo. Es quizás importante señalar que la crítica de Sánchez Macgrégor hacia José Gaos consistió, según relata la autora del libro, en denunciar el nazismo de Heidegger, cuyo libro, “Sein und Zeit”, Gaos tradujo al castellano, sintiendo hacia él una enorme admiración. El nazismo del ilustre pensador de la Selva Negra de Todtnauberg no era ningún secreto para cualquiera que hubiese leído o escuchado el discurso de aceptación del rectorado de la universidad de Friburgo de Brisgovia en 1933, aunque la controversia sobre su nazismo surgió hasta 1946 suscitada por un artículo de Kart Lowith. En tal sentido, Sánchez Macgrégor fue un adelantado crítico de Heidegger aunque su intención haya sido objetar la admiración de Gaos hacia el filósofo alemán. Tal polémica continúa en nuestros días, aunque no en todos los frentes donde ha arraigado la filosofía de Heidegger; por ejemplo, en ciertas Unidades de la UAZ, donde toda crítica hacia Heidegger que aduzca sus filiaciones políticas es vista con desdén. Que los grupos de intelectuales resultan funcionales al poder en turno, y que de esa funcionalidad derivan ventajas con respecto a sus oponentes en la academia –aunque en el plano de la política resulten derrotados- es un hecho que nos permite avizorar  que existen “medios no académicos de legitimación académica”, derivados de la cercanía con quienes detentan el poder. Mediante el uso de esos medios cualquier crítica hacia determinadas posiciones académicas puede ser despreciada, ya que no tendrá impacto en la obtención de becas, premios, publicaciones, cátedras o la venta de asesoría a las agencias gubernamentales o universitarias. En tales circunstancias la legitimidad de las posiciones académicas ya no deriva de su capacidad de salir indemne a las críticas, porque la crítica se extinguió, sino de su capacidad de conseguir recursos dinerarios que sostengan la “fidelidad” de sus acólitos, porque es claro que aquí ya no hablamos de “ciencia”, “crítica”, “conocimiento”, sino de “fe”, “fidelidad” y “creencia”. Ahora bien, sostenemos la hipótesis que en la UAZ, nuestra querida universidad, aparte del medio no académico de legitimidad académica que hemos descrito, y que estamos seguros se realiza en ella, aparece otro que deriva de las condiciones mismas de desarrollo de la UAZ, y que debemos tener en cuenta porque resulta aún más influyente que el anterior. Para el desarrollo de la “filosofía de lo mexicano” se requirió de utilizar un arsenal teórico novedoso en su medio –la fenomenología y el existencialismo- ingeniosamente estructurado en un discurso coherente que, aunque tenía evidentes puntos “problemáticos” como indicó Gaos mismo, podía ser defendido por sus proponentes. En la UAZ tal capacidad no existió en sus orígenes porque los jóvenes que lucharon por la democracia en el 77 tenían evidentes debilidades teóricas que nunca pudieron enmendar, así que construyeron narrativas incoherentes y llevaron a la UAZ a la quiebra, como podemos apreciar todos los días. También es notoria la ausencia de productos académicos en los que enuncien sus postulados. Su influencia en la universidad derivó directamente de su cercanía al poder estatal o federal, a los que resultaron funcionales en diferentes momentos. Funcionalidad que redundó y redunda en posiciones políticas bien pagadas. En otras palabras, la variedad de legitimación no académica del discurso académico de los grupos de la UAZ apenas requirió dos o tres citas de Karl Marx que hoy día están tan descontinuadas como la propuesta de pase automático a las Unidades de la UAZ y el voto no ponderado. Porque por lo demás no existió nunca la voluntad, ni la capacidad, de crear conocimiento. Hoy día se nos dice, por esos grupos, que la nueva administración tendrá funcionarios que cobrarán de acuerdo a su nivel y categoría de docentes, y que habrá otra reforma general. Promesas que tienen el defecto de ignorar la realidad, ya que los compromisos adquiridos para obtener la rectoría impiden que cualquiera de ellas funcione.

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